21 December, 2013

Francisco Giner de los Ríos dando clase (imagen en http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?f=69&t=12457).

Mejorar como profesionales… como decía el dicho “el abogado cuanto más anciano mejor y el médico cuanto más joven mejor” por aquello de que las leyes son antiguas y desde el Derecho Romano poco han cambiado (aunque últimamente tenemos un frenesí legislativo que ya quisiera Julio César) y la medicina avanza que es una barbaridad… Entre la sabia senectud del abogado y el ímpetu arrollador de un joven médico, el maestro… ¿cuándo está mejor? Supongo que más allá de edades, la situación ideal en esta (y en cualquier profesión) pasa por “tener ganas”. Sí, tener pasión por lo que se hace, hacer autocrítica, ser imaginativo y tener paciencia. Creo que debemos o estamos inmersos en un proceso de “rediseñamiento” (si se puede decir así) de la profesión. ¿Cómo podemos mejorar? Pues estando al día, no en cotilleos ni en artilugios tecnológicos, sino en sorprender a nuestro alumnado, en proponer contenidos de forma curiosa, en potenciar nuestra imaginación, motivar y en despertar (y asentar) el gusto por aprender.

He escuchado al maestro José Antonio Marina en numerosas conferencias y suele recurrir a una anécdota clarificadora. “Recuerdo la anécdota de un profesor de pedagogía americano que el primer día de clase dijo a sus alumnos, futuros maestros: «He dedicado este verano a enseñar a hablar a mi perro. Está ahí fuera. Si quieren puede hacerles una demostración». Los alumnos por supuesto asintieron. El perro entró, se tumbó y el tiempo pasó sin que dijera palabra alguna. Al fin un alumno protestó: «Profesor, su perro no habla». El profesor contesto: «Yo les dije que había enseñado a hablar a mi perro. No que mi perro hubiese aprendido. No olviden eso en el futuro. Nuestra profesión no es enseñar, sino conseguir que aprendan». Citado también en: http://www.joseantoniomarina.net/noticias/la-hora-de-los-docentes-el-mundo/

En un artículo de investigación publicado en “The National Bureau of Economic Research” (http://www.nber.org/papers/w19424) titulado Measuring the Impacts of Teachers II: Teacher Value-Added and Student Outcomes in Adulthood (“Midiendo el impacto de los profesores II: profesores altamente cualificados y los ingresos de sus estudiantes en la edad adulta”) y realizado por Raj Chetty, John N. Friedman, Jonah E. Rockoff  (NBER Working Paper No. 19424, septiembre 2013), han demostrado que “los estudiantes asignados a profesores altamente cualificados en educación primaria tienen más probabilidades de ir a estudiar a la universidad, ganar un mejor salario, vivir en un barrio bueno y tener importantes ahorros”. Incluyo la cita en “versión original” porque algo tan obvio parece ser mentira (we find that students assigned to high-value-added teachers in primary school are more likely to attend college, earn higher salaries, live in higher SES neighborhoods, and have higher savings rates). Su estudio se basa en los resultados del análisis de un millón de niños estadounidenses y, por lógico que parezca, parece que basta con compartir un año académico con un “super-profe” para que tu salario de adulto sea mayor. ¿Por qué fue tan bueno Mozart? Que se lo pregunten a su padre, brillante músico y compositor de la época y, sobre todo, su maestro.

Con el proceso de escolarización actual, un niño-adolescente en nuestro país atiende una media de entre 13 y 15 cursos académicos (o un doctorado alcanzar los 20-23 años de formación). ¡Cuántos maestros y profes ha tenido! ¡Y qué diferentes! ¿Nos acordamos de un profe genial? Seguramente sí. ¿Recordamos a otro maestro sorprendente? Sobre seguro. ¿Y de un profe pesado y aburrido que nos hizo aborrecer una asignatura? Pues muy probablemente, también. Que hay profes extraordinarios, buenos, regulares y malos, sí, igual que hay médicos geniales, dentistas nefastos, pilotos concentrados, escritores pésimos, taxistas enrollados, químicos aciagos, camareros estupendos, actrices míticas y “azafatos” penosos, por poner unos ejemplillos. Como en todas las profesiones, de todo hay en la viña del señor…

Para unos lo meritorio de un maestro es poner muchos exámenes y exigir mucho. Para otros lo básico es la disciplina y la obediencia. Para terceros, ser creativo y soñador. Para otros, saber escuchar y motivar. Por ventura, los mejores maestros de todos han sido nuestros padres…

Dejemos unas reflexiones que bien de forma individual, como gremio, como padres y madres o como país deberíamos afrontar. Aunque sea por un pensamiento utilitario, egoísta y de liquidez económica (o si se quiere de deseos de prosperidad futura), quizás compensaría desear que nos “toque” un super-profe una vez en la vida. Pero… ¿hacia dónde va la profesión docente? ¿Hacia dónde debería ir? ¿En manos de qué docente dejaríamos a nuestros hijos? ¿Cuál sería el modelo ideal de docente? ¿Quién debería estudiar la carrera docente? ¿Cómo convendría seleccionar a los docentes? ¿Cómo sería una modélica formación permanente del profesorado? ¿Cómo correspondería recompensar a los mejores docentes?