A menudo solemos cometer el error de pensar que somos mucho mejores personas de lo que en realidad somos. Incluso cuando tenemos una autoestima más o menos regular y no pensamos lo mejor sobre nosotros y nosotras, suponemos que si se diera una determinada circunstancia, nuestra bondad interior nos movería a ayudar a los demás.
Por ejemplo, “Si viera que a alguien le están haciendo daño, intervendría”, o “No sería capaz de ver a alguien pidiendo ayuda y no hacer nada al respecto”.
- ¿Has pensado alguna vez de esta forma acerca de ti?
- ¿Te ha pasado alguna vez que te has sorprendido a ti mismo o a ti misma reaccionando de forma distinta, haciendo menos de lo que querrías o sería necesario?
- ¿Cuál sería tu “tope”, es decir, cuál crees que sería el máximo que podrías tolerar sin que tu conciencia te forzara a tomar cartas en el asunto? Dicho de otra forma, ¿qué tendría que pasar para que tuvieras 100% claro que intervendrías?
Quizá, si eres atrevido o atrevida, estarías dispuesto a poner tu mano al fuego por ti mismo o por ti misma. Pero tal vez reconoces que no podemos garantizar tan fácilmente nuestra forma de actuar. ¿Tú qué piensas?
¿Qué podemos trabajar sobre este tema?
La realidad del día a día a menudo nos trae un jarro de agua fría y nos demuestra que no solemos actuar como nos imaginamos, ni en un sentido, ni en otro. A veces no nos vemos capaces de hacer cosas que finalmente hacemos si la situación se presta, y al revés, donde pensamos que intervendríamos sin dudar, nos vemos en medio de un bloqueo que nos sorprende y ni nos reconocemos.
Cuando pensamos acerca de cómo somos, solemos hacerlo referenciándonos a una determinada circunstancia, la normal, la que conocemos, la que no nos saca de nuestra zona de confort. Ahí es relativamente fácil pensar bien acerca de nuestra conducta. Pero, ¿qué sucede cuando de repente tenemos delante algo que nos descoloca? ¿Tendremos la capacidad de reconocer que no somos lo que pensamos? O, más aún, ¿tendremos la valentía de aprender de ello?
Piensa en lo siguiente…
- ¿Alguna vez has presenciado una escena en la que alguien trataba mal a otra persona?
- ¿Has hecho algo al respecto para evitar que continuara sucediendo?
- ¿Te has dado cuenta de que, quizá, estabas esperando a que fueran otras personas las que dieran el primer paso?
- ¿Alguna vez te has arrepentido de no intervenir en una determinada situación y te ha cargado la conciencia después?
En la secuencia de vídeo que estamos trabajando hoy han sucedido varias cosas muy inquietantes: ha habido un acoso EVIDENTE de un GRUPO NUMEROSO de chavales hacia UNO SOLO que estaba PIDIENDO QUE PARARAN y ninguno lo hacía. Se ha producido con NUMEROSOS ADULTOS Y ADULTAS alrededor que miraban SIN INMUTARSE pero, eso sí, TODOS, EL 95%, plenamente CONSCIENTES DE SUS PROPIOS DERECHOS en lo referente a sus hamburguesas.
- ¿Qué dicen estos hechos acerca de nosotros y nosotras como personas?
- ¿Crees que, de haber sido tú parte del grupo de adultos y adultas hubieras actuado diferente?
- ¿Te resulta más fácil pedir responsabilidades por algo o por alguien?
- ¿Qué piensas que es más importante para la gente que has visto no reaccionar ante el bullying, las personas o las cosas?
- ¿Qué te parecen las formas o el “talante” de los que han reclamado por su hamburguesa? ¿Les has notado especialmente agresivos?
- ¿Piensas que era tan difícil darse cuenta de la conexión entre lo que estaba pasando con su hamburguesa y lo que acababan de ver con los chavales, siendo que además se mencionaba la palabra “bullying” para la hamburguesa?
- ¿Por qué piensas que les ha costado hacer la conexión o ni siquiera han llegado a hacerla? ¿Qué dice eso acerca de ellos y ellas?
Cuando vemos situaciones como éstas, resulta mucho más difícil pensar en nosotros mismos y nosotras mismas como las buenas personas que creíamos ser.
Efectivamente, si somos honestos, resulta difícil imaginarse cómo intervenir en una situación violenta como la que hemos visto. Pero eso solo muestra:
- En primer lugar, que pensamos acerca de nuestro carácter con impulsividad y rápidamente decimos que intervendríamos cuando quizá no lo hemos pensado demasiado.
- En segundo lugar, que quizá deberíamos tener un plan, porque es fácil decir que haríamos tal o cual cosa cuando realmente no sabemos ni por dónde empezaríamos.
Tal y como nos muestra nuestra secuencia, solo el 12% de personas adultas intervinieron en la situación. Efectivamente, es un número muy escaso que deberíamos aumentar. Fijémonos, entonces, en quienes hemos visto intervenir, para ver si podemos captar alguna pista…
Proponemos analizar por separado la conducta del hombre y de la mujer que han ayudado al chico en apuros. No es casualidad que estemos viendo a ambos géneros ayudar, porque esto no es cuestión de tal cosa. Todos y todas tenemos una responsabilidad como grupo e individuos para prestar socorro a quien es más débil.
Es importante enfatizar en medio de ese análisis aspectos como, por ejemplo, que ambas personas tienen un abordaje civilizado, una desde el punto de vista más físico (p.e. sentándose en el lugar del conflicto, como disuasor) y otro, desde un punto de vista dialéctico (pidiéndoles que actúen de otra manera y dejando claro que no podemos llamar juego a algo que todos y todas no disfrutan por igual). Curiosamente, ha sido la chica la que ha escogido un abordaje más físico y el chico el lingüístico, y es que todos sin excepción hemos de usar cualquier método al alcance de nuestra mano para hacer lo que debemos.
El grupo, que debería ser un espacio para proteger a cada persona, es a menudo utilizado como arma y como excusa también para dejar de lado a quien no puede defenderse. Se convierte en un arma cuando se usa la superioridad numérica sobre quien está aislado o aislada, y se usa como excusa cuando esperamos que sean los demás o las demás quienes actúen.
- ¿Piensas que ha tenido algo que ver el grupo como arma en lo que acabas de ver?
- ¿Conoces o has visto situaciones aparte de estas en las que haya pasado algo similar?
- ¿Piensas que ha pasado algo parecido con la idea del grupo como excusa para no intervenir, en el sentido de que quizá que nadie interviniera no ha ayudado a que más adultos y adultas se unieran para ello?
- Averigua el número de alumnos y profesores que tiene el centro en el que estudias. La estadística dice que el 30% de los alumnos y alumnas sufren bullying sin que prácticamente intervenga nadie. Calcula el número en tu centro educativo concretamente, de forma que sepas a cuántos chicos y chicas corresponde ese dato en tu caso particular.
- Si solo el 4% de los profes están actuando, ¿cuántos de ellos y ellas se están quedando al margen?
- ¿Qué te parecen estos números? ¿Te alarman? ¿Te sonrojan? ¿Te van a llevar a alguna clase de cambio práctico?
Puede cerrarse la actividad pensando en formas específicas en que cada cual podemos intervenir de forma civilizada para no dejar aislado o aislada a quien es más débil o está siendo objeto de acoso y abuso. Como hemos visto, algunas son mucho más fáciles de hacer de lo que nos imaginamos (cambiar el lugar donde nos sentamos, hablar con un tercero o tercera que pueda ayudarnos, dialogar, buscar un grupo mayor que intervenga…), no dando por hecho que nada de eso funcionará o que no merece la pena ni intentarlo. Lo que no resulta aceptable, visto lo visto, es usar al grupo como excusa o como arma para quedarse al margen.