Sí, es cierto, eso formaba parte de una canción del Dúo Dinámico que nos alertaba de que el verano se estaba terminando. Hace tiempo que se fue el verano y desde entonces han caído lluvias por doquier y ya casi no queda ni el recuerdo de esos días de siesta y refrescos, pero la huella que nos ha dejado a los profesores difiere bastante de la que todavía perdura en nuestros alumnos. Para nosotros el verano es la más que merecida pausa en un tiempo extenso dedicados al trabajo, mientras que para nuestros adolescentes los meses de verano son un período privilegiado en el que la vida se hace más brillante y les muestra algunos de sus deslumbrantes horizontes, la etapa en la que suceden los descubrimientos más deseados, la ocasión de establecer nuevos contactos y la oportunidad para buscar y hallar experiencias vitales que colmen de alguna manera el ansia de afirmación de su personalidad. Cuando regresan a las aulas hay que constatar el hecho indeclinable de que ya no son los mismos, el sol no sólo les ha tostado la piel sino que algo se ha removido en su interior y les ha modificado significativamente.
En los viejos viejos tiempos los profes de antaño, con esa saludable intuición y olfato magistral que los caracterizaba, nos hacían escribir la clásica redacción en la que debíamos relatar qué habíamos hecho durante el verano. Luego recogían los cuadernos, los leían cuidadosamente y aunque al devolvérnoslos sólo veíamos las correcciones de las faltas de ortografía y de sintaxis que nos habían anotado con lápiz rojo, lo cierto es que habían obtenido como sin querer un atisbo del impacto probable que esas experiencias habían depositado en el alumnado. Algunos sólo habían escrito cosas tan simples como “pasé quinces días en la playa y luego el resto en el pueblo de los abuelos”, “me mandaron a un campamento de montaña y pasé bastante frío por las noches”, “como siempre tuve que cuidar de mis hermanos pequeños y llevarlos por la mañana al parque o a la piscina”, etc. Pero a veces aparecían perlas personales muy interesantes que mostraban las opiniones y las vivencias más ilustrativas acerca de su especial verano.
¿Y de qué iban esas auto-revelaciones? Había de todo. Era necesario leer entre líneas y saber interpretar lo que latía bajo las palabras, fijándose en especial en los adjetivos y en los verbos. Entre los primeros estaban los que destilaban entusiasmo (“estupendo”, “genial”, “increíble”, “impresionante”, “sorprendente”, “inesperado”, “amable”, “desconocido”, etc.), y en los verbos sobresalían los que iban asociados a la experimentación en general, a los descubrimientos, los conocimientos y los sentimientos. Estaba claro que algunas de esas cosas que habían vivido y sentido por primera vez les habían impactado y se habían quedado en su interior, produciendo un cambio relevante en ellos. Esos cambios podían ser superficiales (“nunca pensé que podría aguantar tanto frío”, “me costó subir a aquel pico, pero pude hacerlo”, etc.), y otros en cambio, aunque el alumno no lo dijese muy a las claras, expresaban algo de mayor calado.
Los aspectos más reveladores eran los referidos al cambio de puntos de vista acerca de algo y a la sensación de que se habían sentido diferentes tras determinadas experiencias. En ambos casos siempre había de por medio una interacción personal, un contacto con personas mayores o de su edad con las que se habían relacionado y que por uno u otro motivo les habían producido una impresión duradera. Por ejemplo, era corriente el que comentasen que habían hecho nuevas amistades que tenían aficiones o ideas que les habían abierto nuevas y atractivas perspectivas. Otros contaban que en los campamentos o escuelas de verano en que habían estado el espíritu emprendedor y estimulante de los adultos encargados les había motivado para acometer desconocidos y apasionantes retos. Por último estaban los que habían participado en trabajos o tareas que les habían hecho descubrir cómo eran de hábiles o fuertes, sintiéndose más capaces y seguros de sí mismos. En definitiva, ponerse a prueba en ámbitos diversos había sido lo esencial.
El autoconcepto y la autoestima sufren un revolcón importante durante los veranos de la adolescencia. Quien más y quien menos ha tenido oportunidades para embarcarse en situaciones escogidas o sobrevenidas que le han abierto los ojos un poco más acerca del mundo y de sí mismos. Las experiencias intelectuales y vitales del período lectivo suelen estar mayoritariamente prefijadas, mientras que en el verano aparecen otras opciones para que cada uno investigue por su cuenta (“qué pasa si…”, “y si me dedico a…”, “por qué no voy y…”, etc.), y esa inmersión en aspectos más informales, aventureros y experimentales son vividos por los adolescentes como momentos exclusivos y propios, con un sello de autenticidad e intensidad del que carecen, o creen ellos que carecen, la mayoría de las propuestas formales que les proponemos sus cuidadores y educadores el resto del año.
No hay que sorprenderse de que consideren que “su verano” o su tiempo libre en general es mucho mejor que “nuestro curso escolar”. Son dos dimensiones existenciales necesarias y compatibles cuya mezcla es imprescindible para su maduración. Lo verdaderamente interesante es que nosotros sepamos darles claves para acometer, interpretar y digerir las experiencias que ellos van a buscar por su cuenta, ya sea en sus vacaciones o en los fines de semana. Esas pistas sí que son importantes, porque les van a servir para aprender a distinguir en toda circunstancia lo ruidoso y llamativo de lo auténtico, lo anecdótico de lo sustancial, lo que es un mero desahogo impulsivo de lo que merece la pena, lo que aporta riqueza y calidad personal de lo que merma su biografía, etc. Son claves para su responsabilidad. Con ellas apreciarán la importancia de tomar en cuenta la conexión que existe entre los hechos que protagonicen y las consecuencias que se van a derivar, entre los medios que utilicen y los fines que se propongan, o entre sus conductas y el impacto emocional que les va a dejar lo que hagan.
Hay que animarles a que se abran con entusiasmo a la realidad y se dejen maravillar por ella, pero sabiendo manejarse en esa realidad de modo seguro, productivo y saludable. Si quieren descubrir quiénes son es preciso que pongan a prueba sus fortalezas en aquellas situaciones que pueden enseñarles a conocerse mejor, pero sin perder la cabeza y siendo siempre generosos a la hora de aportar toda su riqueza personal cuando se trate de ayudar y apoyar a los demás.