Verde.
Color esperanza de los estudiantes en la recta final del esfuerzo, de los profesores por recoger lo sembrado, de una marea verde generalizada, de los padres y madres que aguardan a la expectativa… hasta de los abuelos que han preparado comidas, ayudado en la “paga” y dado ánimos en general.
La primavera que acaba nos aporta verde, frescura, tranquilidad y ese afán de terminar lo comenzado, pero de terminar bien (o por lo menos intentarlo). Quizás es por eso que los cirujanos se pasean por el hospital de verde, sinónimo de armonía, equilibrio y confianza. Este efecto es el que deseamos a todos en esta recta final de curso, especialmente para que sea fructífero y provechoso. El verde da paso a muchas cosas.
Blanco.
Hojas de exámenes, hojas de calificaciones, actas finales, comentarios de los profesores, libros de escolaridad, consejos para el futuro académico…
Son papeles, documentos, hojas que, a día de hoy, permanecen en blanco, esperando teñirse de color para revelar satisfacciones (o por lo menos intentarlo). El blanco representa pulcritud, pureza, inocencia, neutralidad si se quiere (aunque en las antípodas se vincula al duelo) y perfección según algunos filósofos. Hagamos que, entre todos, lo que se añada a ese blanco sea favorable, beneficioso.
Naranja.
Color de la felicidad, del verano, de las frutas de temporada y aseguran que de la satisfacción. Cruzando el globo terráqueo, el naranja sirve para el uniforme carcelario de Estados Unidos y la túnica que estimula la actividad mental y la iluminación de los monjes budistas. Extremos que se aproximan.
Sería deseable que el ansiado color naranja llegue para todos (o por lo menos intentarlo). Que la calidez anaranjada veraniega reparta energía, optimismo y seguridad, valores necesarios para afrontar verdes que se extinguen y blancos que se colorean. Un ejemplo. “Estaba realmente mal físicamente. Luchando, las soluciones llegan. La ilusión, la motivación, las ganas de ganar me han mantenido en la pista con la mentalidad de querer aguantar, de saber sufrir y suplir los momentos malos”, Rafael Nadal (tras ganar el Roland Garros 2014). Sí, luchando, las soluciones llegan.
Y bueno, quizás puede que la mezcla de colores suene a bandera irlandesa ondeando al viento o en homenaje al último escritor Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014, el también irlandés John Banville… O también ilustra el verde oficial de Roland Garros, con jugadores de blanco rebozados de tierra naranja, colores resumidos en el logotipo del ilustre torneo de tenis. Si la inspiración es deportiva o irlandesa, hoy nos quedamos con lo insular y con un aforismo que nos conviene a todos, estudiantes, profesores, padres, madres y abuelos que hacen horas extra: “lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”, Oscar Wilde.
Vamos a “vivir” este colofón académico y sacar un arcoíris ventajoso y productivo. Y lo dicho, al fin y al cabo, colores de fin de temporada.