10 February, 2013

La frase que ilustra mi entrada seguramente os suene a muchos, es el título de un libro de Manuel J. Smith (lo podéis encontrar en la editorial Delibro), ¿quién no ha tenido alguna vez esa sensación?

¿Cómo esta palabra, este sencillo adverbio juega un papel fundamental en nuestras vidas y en la de nuestros niños?

Los niños cuando comienzan a utilizar el lenguaje oral de manera intencional descubren en el no una herramienta valiosa para relacionarse con el mundo; si la comida no me gusta digo no, si no quiero jugar a algo digo no, si no quiero irme a dormir debo utilizar un simple no, si deseo poner a mis padres o educadores de los nervios, digo ¡NO TE QUIERO!, es una fase normal que todos pasan, la negación en este caso es algo positivo, valioso, están creciendo, comienzan a definir su propio espacio, reclaman nuestra atención y nos dicen muy a las claras: ¡comienzo a tomar mis propias decisiones!

¿Qué ocurre cuando los adultos decimos no a nuestros niños? ¿Y cuando no se lo decimos? ¿Cómo influye en su desarrollo posterior la gestión de las normas?

Imagen: Quino. www.quino.com.ar/

La vida es una complicada combinación de opciones, vamos conjugando decisiones, aciertos y errrores, decimos sí o no ante las situaciones que nos vamos encontrando, optamos por unos amigos en detrimento de otros, elegimos un trabajo, unos estudios, un modo de vida u otro … los niños dependen de nuestro criterio, bien sea en la escuela o en la familia.

No es fácil decirles que no, todos podemos recordar situaciones en las que hemos dicho no a un niño y luego nos hemos sentido culpables, nos gustaría decirles que sí pero … nos queda un “algo” dentro.

¿Podemos educar a un niño sin decirle alguna vez no? ¿Qué consecuencias tendrá en su desarrollo? ¿Cómo se comportará en su edad adulta si nunca recibe un no?

En mi opinión, como educador, los niños necesitan estos noes, necesitan puntos de referencia para apoyar su crecimiento en una dirección correcta, el establecimiento de normas de contribuir a ser personas equilibradas en el futuro.

Nuestro objetivo es que se conviertan en sujetos autónomos, que sean capaces de enfrentarse a decisiones que influirán en su vida, y cuando lo hagan deben saber decir no, debemos preparlos para que decidan de forma consciente, que no se dejen llevar por las opiniones de otros, sean estos amigos, medios de comunicación, publicidad, …

La clave está en cómo lograrlo, una educación excesivamente represiva limita su capacidad de ser conscientes de su propia vida, las normas lo llenan todo y la persona solo las cumple no participa en su configuración, a la larga no llegaremos a educar una persona autónoma.

En el lado opuesto, una educación excesivamente permisiva tampoco dotará de herramientas a los niños, si todo está permitido ¿cómo sabrá encontrar los límites? Si nunca nos enfrentamos con un límite no sabremos como hacerle frente, no debemos olvidar que la vida nos marca muchas veces el camino, nos guste o no.

Una educación realista sería la mejor opción, debemos combinar normas y reglas con negociación y acuerdo, si damos la opción a los niños de dialogar sobre el establecimiento de normas serán capaces en el futuro de comprenderlos, será más fácil que las asuman pues habrán participado en su elaboración.

Ser firmes en el cumplimiento de las normas dota de seguridad y confianza a los niños, sobre todo a los más pequeños,  con el paso de los años cuando se hagan mayores serán capaces de decir NO, esto les ayudará a guiarse de manera segura en su vida.

¿Es un camino fácil? Evidentemente no, educar supone paciencia y calma pero el objetivo a largo plazo es valioso, que nuestros niños y niñas sean capaces de decir no sin sentirse culpables.