Al trabajar intentamos hacer todo lo que está en nuestra mano para conseguir mejorar los resultados, para hacer que cada clase se convierta en un punto de arranque de ideas, conceptos y nuevos proyectos. Y en muchas ocasiones, lo más duro de todo, no es el trabajo en sí. Lo más duro es el poco feedback que obtenemos del esfuerzo realizado.
Cuando se trabaja con personas, la respuesta inmediata es fundamental, porque un gesto, unas palabras o una contestación por parte de las familias, es lo que nos va a permitir desarrollar un mayor avance en las ideas que ponemos en marcha. Y no hablo exclusivamente de obtener información para evaluar adecuadamente nuestro trabajo. Hablo del feedback que nos permite retroalimentarnos, motivarnos, hacernos continuar. Los docentes estamos tan acostumbrados a que sólo se pongan en contacto con nosotros cuando se producen problemas, que nos resulta prácticamente milagroso recibir una felicitación. Y todos sabemos lo importante que son, porque, de alguna manera, fomentan lo más necesario para un profesor: su propia vocación.
Pero lo más curioso de todo es que, en muchas ocasiones, somos nosotros mismos quienes no nos permitimos esa reacción. Y si hay un feedback positivo realmente fundamental es nuestra propia valoración, la que nos permite enorgullecernos del trabajo que estamos haciendo. Las cuestiones negativas están presentes a nuestro alrededor de una forma constante, y hay momentos en los cuales, por pasarnos las horas poniendo tiritas, no dejamos de pensar en la herida. Esas cuestiones, esos pequeños arreglos, evitan que imaginemos otras soluciones. Por eso es importante que seamos capaces de tomar una cierta distancia, de darle perspectiva a la problemática diaria, para no dejarnos consumir por ella. Y, desde esa perspectiva, debemos valorar el trabajo que estamos haciendo, porque en muchas ocasiones esos pequeños problemas no nos dejan ver el enorme empeño que ponemos cada día en enseñar a nuestros alumnos.
El feedback con los estudiantes.
De la misma forma que es importante para nosotros el feedback, es también fundamental para el alumnado. Hemos hablado en bastantes ocasiones sobre refuerzo positivo, pero la realidad es que, además de la motivación cotidiana, necesitamos tender lazos de motivación general por la educación y por el esfuerzo. Es evidente que, a través del refuerzo diario, estamos ya dando numerosos pasos en la dirección adecuada, lo que nos permitirá preparar el camino para que los estudiantes adquieran compromisos mayores. En esos compromisos personales es donde se encuentra la mayor motivación, porque ya no se trata de una asignatura concreta, sino de tomar consciencia de que la educación puede dar respuesta a sus dudas sobre el futuro, sobre ellos mismos y su relación con los demás.
En cualquier caso, tanto los docentes como los estudiantes, tenemos a nuestro alrededor demasiados elementos negativos, que nos roban energía y no nos permiten poner en marcha iniciativas que mejoren las cosas. Sin embargo, resulta muy sencillo empezar a crear un círculo de retroalimentación, una dinámica positiva que, a base de insistir en los factores necesarios, haga posible lo que todos deseamos.
Pensando a lo grande.
Llega un momento, en la vida de todo centro, en que los docentes tienen que decidir si continúan poniendo pequeños remedios a los viejos problemas, parcheando las situaciones de la mejor manera posible, o si desean solucionar las cosas mediante una propuesta más ambiciosa. A veces, cuando hay algún conflicto, o cuando el ambiente no es el más adecuado, lo mejor es una huida inmediata hacia adelante. En muchas ocasiones, los nuevos proyectos son los únicos que pueden poner remedio a los viejos problemas. Cuando ya se han probado diversas técnicas y no se ha encontrado la solución adecuada, llega el momento de comenzar a pensar en otra serie de herramientas, en otra serie de posibilidades. Y es interesante darnos cuenta de que lo único totalmente necesario es preparar el ambiente adecuado para que nazcan nuevas ideas y nuevas formas de colaborar conjuntamente. El alumnado y el profesorado están haciendo un importante esfuerzo por desarrollar el proceso de enseñanza aprendizaje, pero en muchas ocasiones no acabamos encontrándonos, y es necesario provocar un cambio. Una nueva forma de presentar las iniciativas educativas como espacios compartidos. Espacios donde el esfuerzo de uno anime el esfuerzo de otro. Espacios donde las familias, los estudiantes y el profesorado, encuentren la forma de poner en marcha una propuesta de feedback positivo constante. Si lo conseguimos, si somos capaces de plantear un esfuerzo conjunto, podremos lograr objetivos complejos. Y el primer paso es muy sencillo. Es un cambio de perspectiva. Admite que estás haciendo bien tu trabajo. Cree que puedes hacerlo cada vez mejor. Mira a tus estudiantes y percibe el enorme potencial que tienen. Mira a las familias como aliados en este proceso. Y avanza.