1. ¿Estás interesado en la educación?
– Sí, claro como todo el mundo. Porque me gusta ser/estar educado, porque soy profesor, porque soy estudiante, porque voy a aprender a lo largo de toda mi vida, porque debo enseñar a mis hijos, porque creo que con educación todos podemos vivir mejor… Si valoras positivamente este aspecto de la vida, sigue leyendo.
– No, son tonterías, la educación que la arreglen los demás. Sigue leyendo.
2. ¿Antes los alumnos eran mucho mejores que los de ahora?
– Sí, es evidente. Se han bajado muchos los niveles de calidad. Puedes salir de esta página y buscar estadísticas sobre escolarización en la UNESCO, OCDE… o donde sea y buscar una comparativa histórica a lo largo de tres generaciones. La evidencia de los datos desmentirá tu pesimismo.
– No, siempre hay alumnos “buenos y malos” (¿o son profesores, sociedad y/o padres “buenos y malos”?). Sin embargo, “en los últimos 20 años, los niños se han vuelto menos expresivos en cuanto a sus emociones, menos enérgicos, menos habladores y verbalmente expresivos, menos cómicos, menos no-convencionales, menos vitales y pasionales, menos perceptivos, menos aptos para relacionar cosas aparentemente irrelevantes, menos sintetizadores y con menor probabilidad de ver asuntos desde otras perspectivas” (Kyung Hee Kim. The Creative Crisis: The Decrease in Creative thinking Scores on the Torrance tests of Creative Thinking. Creativity Research Journal 23:4, pp. 285-329, Routledge, 2011). ¿Se puede dar a la vuelta a esta falta de expresividad? Sigue leyendo.
3. ¿Piensas que es posible integrar alumnos en situaciones de riesgo gracias al arte?
– Sí, es posible, aunque soy bastante incrédulo. Te descubrimos un ejemplo didáctico.
– No, de ninguna manera. En este caso te recomendamos salir de esta página y leer algún capítulo del informe “¡Buenos días creatividad!” (Hacia una educación que despierte la capacidad de crear), trabajo dirigido por Christopher Cloudet y editado por la Fundación Botín (Santander, 2012). Por ejemplo, la hipótesis de The Arts and Achievement in At-Risk Youth (Las artes y el rendimiento de jóvenes en situación de riesgo, 2012), que utiliza datos de cuatro estudios longitudinales a gran escala del periodo 1988-2008. La conclusión dice que “los jóvenes con un estatus socioeconómico bajo que recibían una educación rica en artes presentaban mejores resultados académicos que otros jóvenes de su edad menos involucrados en el arte. Era más probable que los jóvenes de 18 años que habían tenido experiencias artísticas intensas mostraran mayores niveles de comportamiento cívico que aquellos que no las habían tenido. Y resultaba tres veces más probable que obtuvieran un título de graduado que quienes no habían vivido dichas experiencias. La pobreza cultural reprime a las personas de hacer su justa contribución a la sociedad, evitando que se transformen en lo que podrían llegar a ser.” (Catterall, J.S. Dumais, S.A. & Hampden-Thompson, G. The Arts and Achievement in At-Risk Youth: Findings from Four Longitudinal Studies. National Endowment for the Arts, Washington, 2012).
4. ¿Para intentar solucionar un problema proponemos una única opción?
– Sí, cada problema tiene su solución, única y unívoca. Sigue leyendo.
– No, si la solución propuesta no funciona, tendremos que imaginar otra. Sigue leyendo.
5. ¿Crees que el arte es necesario en las aulas?
– Sí, porque el arte no es un lujo, es una necesidad. Compruébalo.
– No, son asignaturas sin utilidad que no promueven capacidades. Sigue leyendo.
6. ¿Es lo mismo para un joven leer Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes que una versión adaptada?
– No, pero no debe leerlo, no está preparado. Sigue leyendo.
– Sí, siempre hay que “facilitar” las cosas, “rebajar” contenidos. Sigue leyendo.
7. ¿Si te has acostumbrado a unos buenos arroces, a ensaladas variadas, a pescados elaborados (véase el arte en general), podrías cambiar tu dieta habitual por “comida basura” (véase sucedáneos artísticos)?
– Sí, da igual. Sigue leyendo.
– No, no hay vuelta atrás en ningún aspecto de la vida y menos en cuestiones de hábitos. Una vez acostumbrados a lo bueno, nadie por elección regresa a lo anterior. Por cierto, creo que nunca hay que dar a los adolescentes sucedáneos artísticos. Por ejemplo, si analizamos una canción de The Beatles hay que escuchar la audición original, nada de buscar un “doble”. Nunca. Hay que educar el paladar, el gusto, el espíritu crítico y eso pasa por la sensibilidad artística. Evitar versiones musicales con covers, versiones literarias edulcoradas, adaptaciones literarias o cinematográficas, ajustes en la extensión de una obra teatral…
8. ¿Crees que como profesor puedes cambiar algo?
– No, estoy sometido a la legislación vigente. Sigue leyendo y volverás a creer en el ser humano.
– Sí, lo intento a diario. Te animamos a descubrir hasta dónde se puede “tensar” la cuerda con los adolescentes, gracias a una idea sorprendente.
9. ¿Crees que alumnos desmotivados pueden descubrir el esfuerzo y la disciplina, posponiendo sus metas? ¿Tienes 2 minutos? Tanto para lectores optimistas como para incrédulos acérrimos, visualiza el tráiler de esta propuesta educativa: http://www.karmafilms.es/estoesritmo/trailerW.html
10. ¿Tienes 100 minutos? Es el tiempo que dura la película documental ¡Esto es ritmo! Descubre y confirma cómo el arte es capaz de transformar a los jóvenes más reacios a la educación y, sobre todo, cambiar definitivamente su actitud ante el esfuerzo y la disciplina con la finalidad de obtener los resultados deseados.
Rhythm Is It! (Alemania, 2004), dirigida por Thomas Grube y Enrique Sánchez Lansch, recoge el primer gran proyecto pedagógico de la Orquesta Filarmónica de Berlín. ¿Quiénes están al frente? El director de orquesta Sir Simon Rattle (significativo es que escogiese este plan socio-educativo en su debut como director titular en Berlín) y el coreógrafo Royston Maldoom (que no pasa por ser un “trabajador social” ni “Teresa de Calcuta”). Ambos son artistas comprometidos que sin sacrificar ninguna cuestión artística logran su objetivo educativo-terapéutico.
El documental cuenta una experiencia artística con miras interdisciplinares protagonizada por 250 jóvenes de educación secundaria, orgullosos desconocedores del arte contemporáneo, la música de vanguardia y la danza. ¿Qué tienen en común estos 250 adolescentes? El desencanto, el pesimismo existencial, pertenecer a una clase social baja y no ser muy brillantes académicamente. ¿Qué les diferencia? Todo: nacionalidad, raza, edad, sexo, gustos personales y religión.
Tras tres meses de adiestramiento (sí, casi mejor esta palabra que entrenamiento), este grupo tan inverosímil consigue representar La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky en el Treptow Arena de Berlín. A lo largo de la película podemos ver alboroto, torpeza, miedo, inseguridad, risa, alegría, pudor, duda, concentración, pasotismo, incredulidad, disciplina, confianza, perseverancia, valores… y los institutos, ensayos, el trabajo colectivo, mientras descubrimos el lento pero inexorable progreso gracias a tres adolescentes protagonistas y sus emociones:
– Marie, que trata desesperadamente de aprobar secundaria;
– Olayinka, que acaba de llegar a Alemania como un huérfano de la guerra de Nigeria y
– Martin, que lucha por vencer sus inhibiciones.
Como expertos del gremio educativo podemos comprobar los altibajos en la constancia, el desánimo, la indiferencia… y, al mismo tiempo, la férrea paciencia de sus profesores (Rattle-Maldoom). “Un amigo es alguien que te ayuda a llegar más alto”, repite Royston Maldoom a los jóvenes, mientras les instiga con que “hace falta gente creativa, no sólo buenos trabajadores”. A lo largo de la película podrás comprobar cómo el arte tiene una influencia regeneradora y revitalizante en el ser humano y gana el pulso a una tropa de adolescentes que “están de vuelta de todo”. Porque “el arte no es un lujo, sino una necesidad, como el aire que respiramos, como el agua que bebemos” (Sir Simon Rattle dixit).
En la juventud hay un talento latente esperando salir (sea saltar vallas, escribir novelas, descubrir el gen causante del cáncer o inventar materiales conductores de energía) y, nosotros, como docentes tenemos el inmenso poder (y responsabilidad) de descubrir qué teclas logran ese milagro, cada uno desde su campo. Sin embargo, se ha evidenciado científicamente que el arte produce una mejora del rendimiento, autoconfianza, postergación de metas, constancia en el esfuerzo, disciplina, y deseos irrefrenables de terminar lo empezado. No está mal.
Este documental confirma estas teorías y nos muestra un ejemplo de superación, una sesión de motivación colectiva, para ver en casa y, sobre todo, con nuestros alumnos. Es arte con mayúsculas, arte al servicio de la integración.