15 November, 2015

“En lugar de enviarnos armas, manden libros. En lugar de enviarnos tanques, manden lápices. En lugar de enviarnos soldados, manden profesores. Luchemos contra el terrorismo a través de la educación. Y dejadme recordaros de nuevo que un profesor, un libro, un lápiz, pueden cambiar el mundo.”

Malala Yousufzai

El reciente atentado en Francia hace que veamos cómo nuestra seguridad, la que sentimos cuando salimos a la calle, cuando vamos a cenar a un restaurante, desaparezca. Y no lo hace porque puedan sobrevenir accidentes, lo hace porque ahí fuera está esperando el odio. Un odio que lleva fraguándose décadas para manifiestarse de pronto de la forma más cruel que existe. Un odio que intenta sepultar las ideas, las convicciones y la pasión que sentimos por la vida. Es fácil volver a caer en ese odio de vuelta. Sentir que todo lo que nos ha ocurrido debe volverle al otro. El problema es que todo eso se convierte en una rueda que nunca se acaba. Los terroristas saben cómo matar con armas. También saben cómo defenderse con armas. Quizá por eso las armas no son la forma más efectiva de afrontar el problema.

En medio de la conmoción empiezan a aparecer las dudas, las personas que piensan que el problema es más amplio de lo que parece, que las mejores soluciones no suelen ser las más evidentes.

Siempre hemos combatido de la misma manera. Cuando la situación es extrema se toman medidas directas. Y cuando la seguridad se ve amenazada hay que actuar de forma urgente. Pero la urgencia nunca nos deja trazar un plan, algo que pueda transformar el problema de raíz. Ahora, como en tantas ocasiones, viene el dolor a recordarnos nuestra fragilidad. Y de forma más preocupante, viene también esa desolación ante el odio. Ese no comprender, ese no poder aceptar que haya personas dispuestas a hacer esto.

Estaba observando las imágenes, esas terribles imágenes grabadas por ciudadanos franceses con sus teléfonos móviles, y recordé las palabras de Malala. Las frases donde decía que no mandásemos soldados, que enviásemos profesores. En medio del dolor parece absurdo pensar algo así, pero nos lo está diciendo una mujer que ha sufrido mucho más que nosotros. Alguien que ha vivido desde dentro esa falta de libertad, de respeto, de razón.

Ahora Europa entera se pondrá de nuevo ante un dilema. Y de todas acciones que vayan a llevarse a cabo esperamos que no olviden la más importante. Porque mientras no promovamos el respeto, la educación y el conocimiento, alguien seguirá convenciendo a unos cuantos chicos de 20 años de que deben atentar. Todos lo hemos visto. Y parece ridículo decir que esto es un problema que debe resolver la educación, pero sabemos que si repetimos las mismas acciones seguramente obtengamos los mismos resultados. Quizá sea el momento de cambiar de estrategia.

Educación para la inclusión.

Aquí hay bastantes docentes que han estado realizando un trabajo magnífico para facilitar la inclusión, la integración de culturas y el respeto en nuestras aulas. Los que hemos tenido clases con alumnos y alumnas inmigrantes, sabemos lo difícil que es mantener un buen clima de convivencia cuando saltan por todas partes las diferencias. Sin embargo, el cambio de enfoque, la posibilidad de encontrar riqueza en esa diversidad, puede acabar conviertiendo un aula difícil en un ámbito de respeto. Muchos hemos vivido esa transformación y sabemos lo complejo que es conseguirla. Tenemos dentro el miedo a lo extraño, pero hay un momento en que la sorpresa y la curiosidad acaban convirtiendo lo extraño en algo diferente, en algo nuevo que compartimos emocionados.

Pero llegar hasta ese momento no es un trabajo de dos días, es un esfuerzo conjunto que debe realizarse durante mucho tiempo. No solamente cuando la urgencia de las bombas, de los disparos, nos planta esta terrible realidad delante de la cara. Siempre habrá personas con ganas de hacer daño, pero dependerá de nosotros que encuentren o no seguidores. No digo que esto se pueda resolver solamente con palabras, pero sé que tampoco se va a resolver usando las armas. Hace falta un gran movimiento conjunto. Y gente que mire al futuro en lugar de atascarse en el odio.