Un idioma es útil. Es un sistema de comunicación, de expresión y, sobre todo, es una manera de pensar, una estructura mental, el sistema operativo que permite procesar de un determinado modo la información que uno recibe toda la vida. Digamos que uno cuenta, sueña y ama en un idioma, habitualmente en una lengua, por lo general, la materna. Sin embargo, la vida, lo personal y lo profesional, nuestro “hábitat” natural y el devenir nos llevan, muy a menudo, a ser políglotas, a poder comunicarnos y expresarnos (o intentarlo) en varios idiomas. Así podemos decir que el políglota dispone de varios sistemas operativos que le hacen ser más polifacético, si se quiere más capacitado que el monolingüe (Til Stegman, catedrático de lenguas románicas en la Universidad de Frankfurt). El saber suma, aunque debe tenerse una base lingüística inicial muy buena para ampliar a lo largo de la vida, no para sustituir (ya se sabe qué ha pasado en dictaduras o regímenes políticos que han boicoteado o prohibido el uso de una lengua). Sumar siempre, restar nunca.
Y en estas nos hallamos, cuando Japón, allá en el lejano oriente asiático, da un enfoque diferente al uso lingüístico. Resulta que la sociedad nipona, tradicional, conservadora, ancestral, aúna en su cotidianeidad del siglo XXI férreo milenarismo imperial con el high-tech más puntero. Filosofía zen por un lado y dibujos manga por otro. Así, de repente (solo parece que de repente, porque se trata de un hecho extraordinariamente calculado), el Ministerio de Educación ha informado que, en breve, todas sus reuniones, leyes, comunicados, encuentros se harán en inglés. ¿Qué implica? Que todos sus dirigentes deberán hablar, leer y escribir en inglés fluidamente. ¿Con qué idea? Con la finalidad de procurar dar ejemplo y, desde las altas instancias del poder, motivar y fomentar una mentalidad global y, a la vez, nacional. ¿Para quién va este mensaje? Especialmente para niños y adolescentes, el sector educativo y, por extensión, a la población en general. Los dirigentes como ejemplos, referentes y motores de un cambio de mentalidad. ¿Cómo se gesta el cambio? En este caso de arriba abajo. No sé quizás por actitudes como estas se les conoce como el Imperio del Sol Naciente, en este caso, de un amanecer incipiente en el modo de pensar y actuar globalmente. ¿Un modelo exportable? Juzguen ustedes, aunque todos tenemos cerca un adolescente, don o doña erre que erre, que con su mordacidad habitual nos recuerda: “¿profe, total para qué sirve otra lengua? ¿Cuándo has visto a un presidente de España hablando inglés?” En fin, cosas de niños.
Históricamente hablando siempre han existido lenguas y vías de comunicación globales; lenguas de ayer (griego, latín, árabe, castellano), hoy (inglés) y mañana (¿chino?). Para cuando nuestros gobernantes decidan ponerse las pilas, lingüísticamente hablando, y tomar ejemplo del gobierno nipón… quizás… inglés… inglés… pues no. Hoy ya es China la primera potencia económica mundial, desbancando a Estados Unidos (con cifras que auguran un cambio planetario en ciernes en distribución de la riqueza, renta per cápita o acceso a la educación y ¿exportación de un modelo cultural?). Bueno, quizás mejor empezar a estudiar chino, aunque eso sí, sumando, no restando.