“Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse una dosis insuficiente de antibiótico, y, al exponer a los microbios a una cantidad no letal del medicamento, los haga resistentes”. Alexander Fleming
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Fleming pronunció estas palabras casi profécticas en el año 1945 cuando recibió el Premio Nobel por su descubrimiento de la penicilina, un remedio que ha cambiado nuestras vidas pero que nuestro desconocimiento e incosnciencia puede llevarnos al desastre de nuevo.
Antes de su descubrimiento cualquier pequeña infección mataba a miles de personas en el mundo, la realidad, mal que nos pese, es que sigue siendo así en gran parte del mundo actual, ese que queda al Sur, donde el acceso al agua limpia y a la medicina es un lujo para mi pocos.
Por contra, en el mundo hiperdigitalizado en el que vivimos, donde la información nos desborda … abandonamos tratamientos antes de tiempo poniéndonos en riesgo nosotros y a los niños y niñas que viviran en el futuro en un mundo con microorganismos super resistentes a los tratamientos antibióticos, lo más inquietante, es que somos nosotros los responsables.
Ahora que alcanzamos unas cotas de salud pública admirables para gran parte del mundo, nuestras decisiones individuales, y por desgracia algunas colectivas, atadas a crecencias sin fundamenta, a la desihidia y el desisnterés pueden dar al traste con años y años de esfuerzo.
En países como Afganistan, una simple vacuna contra la polio te puede costar la vida, sin embargo, nosotros despreciamos el consejo de nuestro médico; nos automedicamos y hacemos caso omiso de sus consejos y recomendaciones.
¿Qué podemos hacer en la escuela? Sobre todo, educar, educar y educar en base a una buena información. Conocer es la base de todo, sigamos con Fleming, saber diferenciar entre un virus y bacteria parece algo obvio pero … ¿cuántos podríamos a bote pronto responder a la pregunta sobre qué es una cosa y la otra?
Abordemos los contenidos sobre salud que contiene el curriculo escolar con rigor, con información fiable y variada, promoviendio el conocimiento desde diferentes fuentes, contando con los profesionales que tenemos cerca, y sobre todo, utilizando la realidad para aprender.
Si todos nos ponemos malos un par de veces al año ¿porqué no lo utilizamos en el aula? ¿Qué medicamentos tomamos? ¿Qué dicen los prospectos? ¿Cuáles son los sintómas? ¿Qué te dijo tu medico? ¿Cuántos días has estado enfermo? ¿Has utilizado algún remedio natural? ¿Tienes algún remedio tradicional de tus padres o abuelos?
Se me ocurren mil preguntas más que estructuradas y ordenadas nos darían para armar un proyecto adaptado a cualquier curso en el que aprenderíamos un montón, al tiempo que hacemos conscientes a nuestros niños y niñas de su cuerpo, de la existencia de la enfermedad y de los remedios que tenemos cerca para curarnos. Toca La salud pasa por buenos hábitos, por conocimiento e información ¿existe mejor lugar que la escuela para iniciar esa senda?
Feliz semana y cuidaros mucho 😉