“La inteligencia es una característica que trasciende la simple capacidad de aprender eficazmente, que se describe mejor por el rango de operaciones cognitivas de las que es capaz una especie” (J.D. Delius)
En un proceso de aprendizaje, el alumno recibe información a través de sus propios canales (sentidos y el resto de su cuerpo) para posteriormente procesar dicha información y ejecutar la respuesta adecuada. Y es en este proceso de ejecución, donde interviene la función ejecutiva de “toma de decisiones” que por supuesto, implica saber sentir, discernir etc,. Es importante tener presente que para que un alumno realice un proceso de aprendizaje significativo no sólo necesita ser inteligente sino que también deben entrar en juego las emociones.
Cuántas veces, pensando en alguno de nuestros alumnos, hemos hecho la siguiente afirmación “Es muy inteligente pero en clase no funciona bien y no saca partido de todo su potencial cognitivo. Es una pena”. Puede que en estos casos, exista una desmotivación hacia el aprendizaje, una situación de inestabilidad emocional, una inadecuada empatía alumno-profesor y a la inversa, o en ocasiones un desconocimiento por parte del profesor sobre lo que “se está cociendo en su interior”, su mundo emocional. Pero puede ocurrir todo lo contrario, alumnos con determinadas dificultades de aprendizaje o una capacidad cognitiva baja que saben sacar el máximo partido de su potencial cognitivo y aprenden bien porque están motivados, se esfuerzan, trabajan, atienden, quieren aprender, se sienten bien consigo mismos y con los demás y hacen todo lo que está en sus manos para lograr las metas que se proponen.
Los avances en neurociencia nos están permitiendo conocer con mayor exactitud el funcionamiento del cerebro. Cada niño nace con el doble de conexiones neuronales que las que necesita y por ello, el cerebro sabiamente realiza una poda neuronal (de 6 a 12 meses) para que pueda funcionar bien (por ejemplo, los niños autistas realizan demasiadas conexiones neuronales, les sobran). Y cada día, se produce una regeneración neuronal porque nacen 40.000 neuronas que cada uno de nosotros llevamos a través de las experiencias vividas hacia donde queremos que vayan (siempre podemos aprender). Sabemos que en el lóbulo frontal se localizan las funciones cognitivas complejas (operaciones formales, conducta social, juicio ético o inteligencia).
El trabajo del cerebro puede ser en redes complejas pero también modular. Existen áreas con especificación o módulos especializados, un sistema de alta complejidad que pone en juego millones de posibilidades de conexiones debidas a ensamblajes celulares que provocan aprendizaje. En clase, cada día, estamos recambiando el cerebro porque generamos experiencias de aprendizaje que activan a cada uno de nuestros alumnos en función de su ritmo de aprendizaje (en todos los grupos hay alumnos que aprenden muy rápido porque su cerebro lo permite, alumnos lentos porque sus conexiones neuronales lo son, alumnos que no aprenden porque no atienden o no sabemos captar suficientemente su atención y otros que, como decíamos antes, carecen de motivación). Debemos estar alerta sobre ello para ofrecer a cada alumno la respuesta educativa que precisa.
Pero ¿Qué es la inteligencia? Los docentes, con mucha frecuencia afirmamos “es muy inteligente” o todo lo contrario “no aprende bien porque su capacidad cognitiva es baja”. Cattell plantea el concepto de inteligencia cristalizada como los conocimientos del mundo que hemos adquirido (por ejemplo, Japón es un país de Asia) y de inteligencia fluida que sería la capacidad de un sistema para resolver situaciones novedosas y adaptarse al entorno ( como afirma Sternberg, “Actividad mental dirigida con el propósito de adaptación a entornos del mundo real relevantes en la vida de uno mismo”). Todos sabemos que para que un alumno tenga éxito necesita poseer una serie de variables cognitivas, emocionales y motivacionales. Un niño inteligente es capaz de actuar de manera flexible en entornos cambiantes para conseguir un cerebro flexible capaz de generar hipótesis y soluciones a un problema planteado.
Si profundizamos más en el concepto de inteligencia, es importante destacar cuáles son las propiedades de la misma:
- Buena velocidad de procesamiento (hay alumnos muy ágiles mentalmente pero otros más lentos a los que les cuesta más aprender).
- Memoria de trabajo (es la capacidad de registrar, mantener y manipular la información).
- Inhibición de estímulos irrelevantes (para aprender y estar atento debo ser capaz de inhibir estímulos irrelevantes. Los procesos de inhibición son también fundamentales para una buena adaptación social.
- Búsqueda en los almacenes de la memoria para poder resolver las situaciones que se nos presentan
- Ejecución como puesta en marcha de la respuesta seleccionada.
- Flexibilidad cognitiva. Ser flexible genera la posibilidad de ofrecer varias hipótesis a un problema. Los niños creativos son flexibles.
- Planificación. Cuando se ha generado la hipótesis, debemos hacer ensayos en nuestra propia cabeza anticipando las consecuencias para realizar una elección exitosa a la situación a la que debo enfrentarme.
- Toma de decisiones que es la culminación de todo este proceso y es en esta toma de decisiones donde está la emoción y no la razón. Es el córtex prefrontal quien analiza todas las posibilidades pero la final es la amígdala quien determina la elección tomada
Es un proceso largo pero me parece importante reflexionar sobre él para ayudar a cada alumno a aprender más y mejor. Cuando estamos en el aula, debemos tener presente que cada alumno tiene un proceso de aprendizaje diferente , que tiene bien unos puntos fuertes y débiles que es interesante conocer. Sólo así obtendremos lo mejor de cada uno.
Actualmente también se maneja el concepto de cognición social como la “capacidad de construir representaciones de las relaciones entre uno mismo y los demás y de usar dichas representaciones de forma flexible para guiar el comportamiento social”. Por supuesto, en este proceso de cognición social es donde las emociones juegan un papel muy importante. Debemos aprender como docentes y enseñar a nuestros alumnos a escuchar a las emociones porque éstas son señales de alarma que nos hablan de uno mismo (¿ A qué tengo miedo? ¿Qué me enfada? ¿Por qué?). Las emociones tienen una capacidad inmensa de controlar el pensamiento y la razón. Son más importantes los valores que las creencias y por ello debemos educar en valores, sobre todo en empatía.
Por tanto, el equilibrio entre inteligencia y emoción sería la clave del proceso de apredizaje.