20 May, 2014

Nacemos como una “mochila” carga de posibilidades, de retos y oportunidades, a medida que crecemos la vamos vaciando, utilizando cosas y descartando otras. Son nuestros interés, capacidades, motivaciones las que van determinando que usamos y que no.

Con dos o tres años miramos al mundo como una oportunidad, nos creemos capaces de todo … en alguna ocasión hemos hablado ya de la película “Up” donde el contraste entre el anciano que soñó con ser viajeo y el niño que ansia sobre todo cariño más que aventuras, da como resultado una historia maravillosas llena de trepidante acción … a nosotros los espectadores nos produce felicidad verla, sobre todo a los mayores, porque nos conecta con ese universo primitivo de la infancia en el que todo era posible, donde la felicidad era el único motor de nuestras vidas.

Después crecemos y creemos perseguir la felicidad pero … ¿de verdad lo hacemos o llevamos ya la mochila tan vacia que simplemente sobrevivimos?

El pasado dominto en el programa de RTVE “Pagina dos” entrevistaban al psicólogo Rafael Santandreu, comentaba su libro “Las gafas de la felicidad”; su razonamiento es tan sencillo, tan limpio … tan evidente, que me hizo reflexionar, mirar a mi alrededor en ese momento del domingo que ya parece lunes pero sigue siendo fin de semana ¿soy feliz?

Dedicamos tanto tiempo a perseguir y desear cosas; buscamos la permanente sensación, el subidón … y creo que se lo estamos transmitiendo a los que vienen por debajo nuestro.

En el patio de la escuela no existe mayor felicidad que un beso robado, un palo y un trozo de tierra o las galletas caseras ¿a que sí? ¿A qué vuestros mejores recuerdos son los más sencillos?

¿Cuántas veces nos quejamos de que lo que más le gusto al niño fue la caja y no el juguete que contenía? ¿Contenido o continente, qué preferimos?

No podemos continuar en una sociedad enferma, contaminada permanentemente de infelicidad; de mal rollo permanente, sonriamos aunque solo sea un poco cada día. Hagamos a nuestros alumnos felices, divertidos, de la mano de esa felicidad vendrá la creatividad … y el aprendizaje será algo natural, otra cosa que hemos olvidado, la naturalidad.

Si un niño explora, comprende, analiza, razona, descubre, se emociona … será feliz, no hace falta inventar nada, estamos diseñados para ello, pero necesitamos simplicidad.

Respiremos ahora que el curso acaba, renunciemos a seguir enfermando de ansiedad y de prisa … ¿van a aprender más por presionar y presionar para terminar temarios y cuadernillos o les vamos hacer completamente infelices y ajenos a la escuela? ¿Podemos seguir desnaturizando la infancia? ¿A qué precio?

Si en la infancia no eres feliz, no has disfrutado … ¿cómo será el camino después? ¿Cuándo tendrás la oportunidad? ¿Qué caminos habrás de tomar? ¿y qué consecuencias tendrán para ti, para tu familia?

No permitamos que nuestros niños y niñas vacien de manera incontrolada su “mochila”, lo tienen todo para crecer solo tenemos que ayudarles nada más, es el único camino posible; es el camino que necesitan, que necesitamos, si desterramos los afectos, los abrazos y el cariño … ¿qué nos queda?

Feliz semana y no os olvidéis … sonreid, eso nunca hace daño 😉