Disponemos de mucha información teórica sobre inclusión y diversidad. Siempre en mi línea de investigación-acción, y acorde al pensamiento de Stenhouse “la Teoría se revive a la luz de la práctica y la práctica a la luz de la teoría”; intento plasmar dicha búsqueda en mi propuesta de aula. Hace un mes se celebró la 28º edición de entrega de los Premios Goya. En la categoría Mejor Cortometraje de Animación Español bajo la dirección de Pedro Solís García, resultó ganador “Cuerdas”, un corto tan emotivo, con tantos mensajes, que las redes sociales, se hicieron eco de ello casi de inmediato, aunque ignorando los derechos de autor. Me incluyo en esa ignorancia porque mientras sucedía esto, pude visionarlo en línea y, tras ello, concluí que sería un excelente recurso para trabajar con los pequeños y pequeñas de cinco años. Mi intención con este post no es debatir si es correcto o no el mensaje sobre la discapacidad y su forma de exponerlo en el vídeo. Otros se ocuparon de ello.
Considero que los cortos son una excelente herramienta para trabajar tanto con los y las alumnas, ya que por su corta duración se adaptan con facilidad a la capacidad de atención de los niños y niñas de Infantil. Sus mensajes nos invitan a la reflexión y al desarrollo de las habilidades del pensamiento, las habilidades sociales, y por qué no, para tratar la diversidad y su inclusión en el aula.
Precisamente esta era mi intencionalidad pedagógica y me propuse los siguientes objetivos:
—Identificar quiénes eran los personajes: sus nombres, el lugar donde se desarrollaba la historia.
—Reconocer las emociones en los demás.
—-Expresarse a través del dibujo: ¿Qué parte es la que más te ha gustado?
—Expresar sentimientos positivos hacia otras personas.
—Debatir en grupo sobre los niños y niñas que son diferentes.
—Favorecer la convivencia, mejorando el clima del aula mediante el diálogo y el trabajo conjunto.
—Proponer a los alumnos/as cuentos, vídeos, animaciones que tratan la diversidad.
En las escenas previas al desenlace, detuve el vídeo y pregunté cómo continuaría la historia: Un niño me dijo: “El niño ya camina”, a lo que otro pequeño le respondió rápidamente: “¡No! Es que ha muerto…” El silencio inundó nuestra biblioteca, a tal punto que tuve la sensación que el silencio inundaba el propio silencio. Esos momentos en los que cada uno estaba ensimismado en sus propios pensamientos y emociones, son mágicos. Basta observar sus caritas para comprender que la historia había llenado sus corazones y por supuesto el mío. Y a petición casi unánime, volvimos a verlo, era esa necesidad de comprender por completo esa historia tierna y emotiva de María y su amigo.
Luego de ver el vídeo —en cuyo transcurso, los peques estuvieron absortos—, hice estas preguntas:
—¿Cómo se llamaba la niña de la historia? Y ellos me preguntaron: “¿Y el niño?”.
—¿Qué le pasaba al niño de la historia?
—¿Qué hizo María para poder jugar con su nuevo amigo?
—¿Qué material usaría? ¿Qué juegos inventó?
—¿Cuál era el sueño de María?
—¿Cómo se sentían: contentos, tristes, cansados…?
—¿Cómo termina la historia?
En esta clase hay veintiún niños. Todos provienen de entornos familiares y socio-culturales heterogéneos. Además, están en pleno desarrollo de sus capacidades cognitivas y emocionales, pero todos tienen algo en común, algo que les une como grupo: su candidez para mirar a los otros, a los niños que son diferentes. Como diría Frato miran con “ojos de niños”.
El pequeño de la historia que, aunque no lo parezca es protagonista, si bien está en una silla de ruedas y no puede hablar, esto no le impide sentir, comunicarse con la mirada y emocionarse. Estas peculiaridades son las que ellos y ellas, a pesar de su corta edad, entienden con claridad asombrosa. Esta es la verdadera empatía, la que nos permite comprender lo que sienten aquellos llamados “diferentes”. Y esta habilidad es la que, en muchas ocasiones, carecen los adultos, la sociedad en general, cuando no se promueven verdaderos planes de integración, cuando no se respetan los derechos de los más vulnerables.
Esta es la clase llamada “Los indios”, y que comprendieron, a pesar de tener solo cinco añazos, qué era lo que necesitaba el niño “malito”. Entendieron por qué María quería jugar con él —“porque estaba solo y triste”, como dijeron mis niños—. Percibieron que ella tenía la ilusión de poder bailar juntos y que, en su sueño, María “se veía como una princesa”. Se emocionaron cuando interpretaron que el pequeño ya no estaba y que María estaba “tan…pero tan triste”. ¡Cuánto tenemos que aprender de los niños y niñas!
El dibujo, como fuente de expresión, sin duda alguna, es uno de los recursos más utilizado en estas edades. Y así fue que luego de las reflexiones, de contar cada uno lo que había sentido e interpretado con el corto, nos pusimos en acción para dibujar. Cuando los niños están motivados con la propuesta que los educadores ofrecemos, no hace falta estar pidiendo silencio para trabajar, se produce una situación de flujo —“Flow-”, según la denominación de Mihály Csíkszentmihályi. La actividad se desarrolló en una sola sesión, pero estoy segura que podemos a partir del vídeo plantear más actividades: elaborar otra historia a partir de los personajes, cambiar el final, crear y escribir normas para ayudar a compañeros que lo necesiten, y todas aquellas que cada docente, conforme a su grupo, pueda realizar.
Siguiendo la petición del autor del corto, solamente dejo el enlace con el tráiler y estará a vuestra disposición cuando sus creadores lo consideren oportuno. Pero sí quiero compartir las imágenes de los dibujos realizados en la clase. ¡Es que son verdaderos artistas interpretando la historia!