El hecho de trabajar en común y de hacerlo siguiendo su propia iniciativa, como hacen los estudiantes de Educación Infantil a la hora de agruparse por rincones, permite una sinergia de ideas y un aprendizaje colaborativo que se pierde en las etapas posteriores. Una de las cuestiones que más llegan a señalar los maestros y maestras de Educación Infantil, para explicar a las familias como será el cambio que experimentarán sus hijos e hijas en Educación Primaria, es la transformación de la metodología. Lo curioso es que, en muchas ocasiones, se les comenta a las familias que sus hijos e hijas ya son mayores y tienen que empezar un trabajo “serio”, lo que en otras palabras viene a significar que, a partir de entonces, estarán sentados en sillas y escucharán de forma ordenada lo que dice un profesor, limitando ampliamente su participación en el aula y su interacción con los demás. Es curioso que se comente de esta forma, porque muchos de los conocimientos más importantes, tanto vitales, como a nivel curricular, se han establecido en Educación Infantil. Y estos contenidos, que van desde la autonomía personal y el conocimiento del entorno, a la iniciación a la lectoescritura, al lenguaje simbólico o a las operaciones matemáticas, son realmente amplios. Muy amplios como para decir que no ha sido un “trabajo serio”. A mí, me parece el trabajo más serio de todas las etapas educativas. Todo esto, sin tener en cuenta la cantidad de actividades relacionadas con la inteligencia emocional, la interacción social y la realización de dinámicas de grupo. El problema es que la metodología que se sigue no tiene un desarrollo posterior en Educación Primaria ni en Educación Secundaria, y es eso precisamente, el trabajo metodológico que realizan nuestros compañeros y compañeras de Educación Infantil, lo que más deberíamos estudiar por las innovaciones que puede aportar a las otras etapas educativas. Es una pena que el componente lúdico y colaborativo de la educación sea una parcela exclusiva de una etapa. Los seres humanos, y particularmente los niños y niñas, siguen necesitando jugar, colaborar, interaccionar. Y no hablo de dejar que los estudiantes se acercen al aprendizaje de forma desorganizada, al contrario: en Educación Infantil los tiempos están totalmente establecidos, las rutinas se respetan a diario y la organización es precisa y comprensible para los estudiantes; de la misma forma podría ser clara, comprensible y participativa en Educación Secundaria. Es cierto que estamos hablando de un tipo de organización que no siempre resulta sencilla de implantar, pero, poco a poco, están empezando a aparecer centros educativos que intentan aproximar estos métodos de la Educación Infantil a la Educación Primaria y a la Educación Secundaria.
El planteamiento es muy simple. Como docentes podemos ver que hay determinadas técnicas educativas que dan buenos resultados. Técnicas que están relacionadas con la participación, la colaboración y el trabajo por centros de interés. La duda es si estos métodos pueden tener también una adecuada aplicación en otras etapas educativas.
Para probar estas iniciativas lo más sencillo es comenzar a trabajar sobre diferentes proyectos que fomenten la cooperación directa entre los estudiantes. Al hacerlo ya estaremos introduciendo algunas de las cuestiones fundamentales de las que hablábamos: la colaboración y el trabajo en equipo. Pero si hemos fijado un objetivo claro y motivador también fomentaremos un centro de interés. Si ponemos en marcha diversos centros de interés, todos con propuestas concretas, y en distintos espacios del aula, estaremos trabajando “por rincones” sobre diferentes aspectos curriculares.
Como puede observarse, la idea no es tan peregrina como podía parecer en un principio. Exportar las técnicas educativas de una etapa a otra sólo requiere la flexibilidad de adaptar contenidos, y la capacidad de atreverse a explorar nuevas formas de trabajo con el alumnado.
Tenemos mucho que aprender de los maestros y maestras de Educación Infantil, porque son los que más trabajan con la creatividad. Se preocupan de mantener en el centro de su labor la metodología, y con esa premisa obtienen unos resultados que pueden ser tremendamente inspiradores para todos nosotros. Además, una de las cuestiones que considero importantes en este punto, es la responsabilidad que tenemos el resto de los docentes de respetar y desarrollar el buen trabajo que nuestros compañeros y compañeras han realizado. Debemos evitar que se pierdan esas estrategias que permiten, no sólo ampliar los conocimientos de los estudiantes, sino, sobre todo, desarrollar su autonomía y su creatividad.
He oído en muchas ocasiones discusiones sobre cómo los cambios metodológicos entre las diferentes etapas confunden y retrasan al alumnado. Todos sabemos que es cierto, y por eso es tan importante mantener una serie de criterios que seamos capaces de seguir a lo largo de todas las etapas. Evidentemente, muchas de esas dinámicas tendrán que ser adaptadas a la edad de los estudiantes, pero, a pesar de eso, podríamos fijar una serie de caminos comunes, de cauces por los cuales queremos hacer discurrir la metodología educativa en nuestro colegio. Y si lo hacemos, deberíamos revisar las propuestas que nuestros compañeros y compañeras de Educación Infantil nos están brindando, porque su trabajo es, posiblemente, uno de los más creativos que puede llevarse a cabo en el ámbito educativo.