Tradicionalmente hemos venido confundiendo conflicto y violencia lo que nos ha llevado a conceptualizar negativamente los conflictos. Debemos tener presente que el conflicto es un hecho inherente a la interacción humana porque la diferencia de opiniones, deseos e intereses es inevitable entre las personas. Asimismo, nos identificamos con una concepción del conflicto, que considera su existencia como consecuencia de la libertad humana y de la diversidad. Pero esto no significa que su consecuencia natural sea la violencia, la destrucción o el empeoramiento de las relaciones.
Se dice que un mundo sin conflictos sería tan inhabitable como uno en que sólo hubiera conflictos. Por ello, aceptando su carácter esencial y omnipresente en las relaciones humanas, puede ayudarnos a convivir el aprender a manejarnos con ellos, afrontarlos y resolverlos, sin negar su complejidad y asumiendo la difícil tarea que ello implica. Hacer habitable el complejo escenario de un conflicto, necesita por nuestra parte un esfuerzo por comprender su naturaleza. La cuestión no es eliminar el conflicto sino convertirlo en un elemento positivo que permita la evolución y transformación de las relaciones entre las partes hasta llegar a un mayor acercamiento, comprensión, respeto y colaboración.
En una época como la que vivimos a nadie se le escapa que la resolución de conflictos de un modo pacífico es uno de los grandes retos de la sociedad actual. Por otro lado, conocemos experiencias de mediación en ámbitos muy distintos (educativo, comunitario, penal, etc. ) siendo positivos los beneficios que se obtienen. Desde las instituciones educativas se reclama, cada vez con mayor insistencia, la necesidad de contar con técnicas y procedimientos eficaces para atender a una diversidad de personalidades con distintos intereses, deseos, necesidades lo cual genera situaciones de divergencia interpersonal. Y una buena respuesta para ello es la introducción de sistemas de ayuda entre iguales en los centros.
La realidad de nuestras aulas pone de manifiesto que ha habido un incremento de la conflictividad en el entorno escolar por múltiples causas (cambio del entorno social, cultura de la rivalidad, obligatoriedad más tardía: alumnos que no quieren estar, llegada de grupos sociales variados, violencia de la sociedad, política del mínimo esfuerzo, falta de valores, absolutización de los derechos, etc).
Existen tres caminos distintos para abordar el conflicto en las escuelas: normativo (se trata del modelo más clásico, basado en la sanción y que otorga el poder de la gestión a un tercero en base a unas normas no interiorizadas. Por consiguiente, no corrige la conducta del agresor y deja indefensa a la víctima, sometida a la posible venganza del agresor), relacional (aquí se gestiona por medio de la relación, la comunicación directa entre las partes. Pretende prevenir el conflicto para evitar que explote la crisis y haya violencia. Pero no resulta fácil en los centros porque a veces no hay estructuras creadas ni tiempo suficiente para ello) e integrador (como su nombre indica, integra los valores de una sana disciplina, democrática y participativa, basada en la aceptación de los derechos/deberes y la cultura de la propia gestión de conflictos. Es necesario que existan unas normas democráticas definidas que clarifiquen cómo debe ser la convivencia y unas estructuras que garanticen la cultura participativa a través de equipos de mediación con una preparación y entrenamiento).
Es nuestra obligación como docentes enseñar a que nuestros alumnos sean capaces de transformar el conflicto en elemento enriquecedor ofreciendo a las partes participantes, ciertas habilidades y procedimientos, uno de ellos la mediación.
La mediación ha sido tradicionalmente practicada de manera no formal en todas las épocas y en diferentes comunidades del mundo por personas con talante de consenso, dispuestas a escuchar y entender. El ejercicio formal, tal y como lo conocemos hoy en día, es más reciente por la vía directa de EEUU, a través de países del entorno y de Sudamérica. En relación a la mediación escolar, ésta comienza en torno a 1993 en el País Vasco y en 1966 en Cataluña. Un año más tarde, en Madrid se incorporaron un grupo importante de centros dentro de un proyecto institucional más amplio. En 1997 se imparte el primer curso de formación de profesorado. A partir de este momento la experiencia se va generalizando a otras comunidades, inicialmente en Educación Secundaria y posteriormente en Primaria.
La mediación es un proceso que impulsa la desconstrucción y la construcción compartida de significados convirtiendo a las personas en verdaderos protagonistas de la transformación cultural, social, científica, técnica y emocional de su entorno.
La mediación asume el reto de hacer frente a los propios conflictos de manera positiva, eludiendo cualquier forma de violencia y promoviendo la reconciliación entre las partes además de la reparación de los daños causados. Este proceso supone por tanto una gestión constructiva (comprometida, no violenta y positiva), creativa (inventando nuevos caminos, formulando ideas originales y abriendo nuestro pensamiento), cooperativa (reconociendo, revalorando y dialogando con las otras personas) y crítica (equitativa, transformadora y pacífica).
En mediación , se produce un proceso de responsabilización y de toma de conciencia de los actos cometidos por parte del agresor. Para la víctima, supone un espacio de atención y escucha, de información, de desdramatización y de reparación de los daños causados. Agresor y víctima convergen en un espacio para la comunicación y responsabilización produciéndose de esta forma su legitimización.
La implementación de Programas de Ayuda entre iguales (alumno ayudante/mediación) precisa de las siguientes fases. En la primera parte de PUESTA EN MARCHA: Sensibilización y formación del profesorado, Motivación del alumnado, Selección de alumnos Ayudantes/Mediadores y por último la presentación oficial a la comunidad educativa. Posteriomente, la fase de SEGUIMIENTO DEL PROGRAMA que requiere de la creación de un Equipo de Ayudantes/Mediadores cuya finalidad sería crear sentimiento de grupo, mantener la ilusión inicial, implicarles en la convivencia del centro y realizar una evaluación continua. Este proceso de evaluación continua debe ir dirigida también a profesores, alumnos del centro, monitores de comedor, etc.
La introducción de Programas de Ayuda entre iguales (alumno ayudante/mediación) permite prevenir la violencia escolar a través de potenciar la resolución constructiva de conflictos, permite enseñar estrategias y habilidades para desempeñar la función de mediación en conflictos y fomentar un clima socioafectivo a través de encuentros interpersonales enriquecedores. Evidentemente, no sólo el trato alumno-alumno se beneficia de la gestión constructiva, creativa, cooperativa y crítica de los conflictos. También salen fortalecidas las relaciones alumno/profesor, familia/profesor y aquellas que se generan entre miembros de la comunidad educativa.
Como referencias bibliográficas básicas:
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“Conflicto en el centro escolar. El modelo de Alumno Ayudante como estrategia de intervención educativa” de Isabel Fernández. Editor Los Libros de la Catarata. ISBN: 8483191490, 9788483191491.
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“Tiempo de mediación . Taller para formación de mediadores y mediadoras en el ámbito educativo” de M. Carme Boqué Torremorell. CEAC educación. ISBN: 84-329-1171-2.
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“Mediación de Conflictos en Instituciones educativas. Manual para la formación de mediadores”. Juna Carlos Torrego (coord.). Editorial Narcea. ISBN: 978-84-277-1307-9
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“Hagamos las paces. Mediación de 3-6 años” (propuesta de gestión constructiva, creativa, cooperativa y crítica de los conflictos. M. Carme Boquéy otros. CEAC educación: ISBN: 84-329-1093-7.