Ojo con la brecha, cuidado con la distancia, atención con el hueco que dicen los ingleses. Con esta frasecilla el mundo anglosajón tanto avisa del escalón entre el vagón y el andén del tren como de la cada vez más abismal separación entre ricos y pobres, educados y no educados. Resulta que la Social Market Foundation acaba de sacar un informe sobre la educación en el Reino Unido y su correspondiente análisis.
El entorno familiar, los ingresos económicos de los padres, la renta disponible determinan el acceso o no a la educación y la elección familiar de dos sistemas demasiado diferenciados: escuela pública o escuela privada. Y confirman lo de demasiado diferenciados porque no es que una sea mejor que otra, sino que la escuela pública ha visto menguar de forma exponencial sus presupuestos, aumentar su masificación y desprestigiar a su profesorado (al tiempo que los propios políticos y los medios de comunicación la “acusan” de ser mala e insuficiente). Mientras, los círculos de poder mantienen el estatus, los privilegios, las donaciones y los apoyos fácticos para custodiar los “valores” de la escuela privada para sus hijos. Un ejemplo: un niño británico que asiste a la escuela privada ganará 240.000 € más de promedio en sus primeros años de experiencia laboral que sus pares educados en la escuela pública.
La reacción ha sido unánime: un sentimiento generalizado de indignación por la pérdida de talento en Gran Bretaña y la exigencia de cambios en el modelo educativo que evite esta brecha excluyente que condena a generaciones de niños y, a la postre, al país. “¡Qué tendrá que ver la riqueza de los padres con la educación de los hijos!”, dicen. ¡Qué ingenuo suena! Incluso hablan de regreso a la Edad Media feudal, otros salen como defensores a ultranza de los valores básicos que deben garantizar la democracia y una educación pública y de calidad para todos. Debe destruirse el círculo y se necesita alcanzar la movilidad social. Algunas soluciones exprés que pueden leerse en los tabloides británicos para la escuela pública: menos alumnos por clase, charlas de jóvenes profesionales que hayan logrado sus objetivos gracias a la educación, redes de asociaciones de alumnos donde se intercambien experiencias profesionales, facilitar el acceso de todos los alumnos con talentos especiales para las artes y los deportes, incentivar económicamente y profesionalmente al profesorado que elija la escuela pública, etc. El informe (en inglés) puede ser consultado aquí.
Y, nosotros, ¿hacia dónde vamos? La nueva legislación, ¿adónde va? España, quo vadis? Disculpen los argumentos ad hominem. Pero observo las grandes bondades de la educación infantil-primaria-secundaria-terciaria, sí en su conjunto y su totalidad y de principio a fin. La educación no tiene que cambiar, lo que tiene que cambiar es el país, su escala de valores, prioridades y su sistema productivo. No nos sobran titulados superiores, sobran bares.
Gracias Mª Ángeles por esta fenomenal reflexión.
Miguel SAnz