No hay nada que facilite más la expresión de las emociones que los diferentes lenguajes artísticos. Cuando nos acercamos a la pintura, a la música o a la literatura, lo primero que esperamos es sentir. Antes de pensar en cuestiones cromáticas, formales o de composición, antes de analizar racionalmente la expresión artística, dejamos que la obra nos toque con su descarga emocional.
Hemos comentado en numerosas ocasiones cómo se descuida la educación emocional en nuestros institutos y escuelas. Estamos tan centrados en la materia que trabajamos, en los contenidos, que resulta muy complicado plantear dinámicas sobre las emociones. Pero debemos reconocer que, en este ámbito, hace mucho que ya estaban trabajando los docentes de Música y de Educación Artística. Su área incluye, de forma constante, el trabajo emocional. Cada vez que un profesor de Música desarrolla su clase, hay diversas cuestiones relacionadas con el canto, con el movimiento, con la expresión corporal, que serían imposibles de trabajar sin contar con las emociones del alumnado. En Educación Artística sucede algo muy similar: a la hora de escoger un color u otro, en el momento de elegir una perspectiva o de utilizar una determinada técnica, no nos estamos guiando únicamente por criterios estéticos. Sabemos que, incluso aunque sea de forma subjetiva, cuando escogemos un elemento frente a otro, cada uno de nosotros expresa sus inquietudes personales.
A veces resulta curioso que pongamos tanto empeño en el desarrollo de programas de inteligencia emocional, cuando, en la mayor parte de las ocasiones, muchas de las dinámicas que se desarrollan en estos programas están basadas en el uso de canciones, de cuentos, o de expresiones artísticas. Creo que nos hemos fijado poco en la gran labor que realizan, en este ámbito, los especialistas de Educación Artística y de Educación Musical, y tal vez sean los que más tienen que decir a la hora de poner en marcha una programación que trabaje las emociones. Si analizamos muchas propuestas de educación emocional y posteriormente analizamos una clase de Educación Musical, nos daremos cuenta de la gran cantidad de puntos de conexión que tienen. Una clase de Música posee toda una serie de pautas, contenidos y objetivos reglados, que son necesarios para la adquisición de determinadas destrezas. Estas destrezas están destinadas a que el alumno sea capaz de expresar sus emociones musicalmente y también a que comprenda las creaciones musicales de los otros. Es decir, está adquiriendo las herramientas para comunicar emociones y entender las de los demás. Lo mismo podemos decir de la expresión artística, así como de la creación literaria.
En este momento, en que todos los centros estamos obsesionados con los proyectos, con las nuevas metodologías pedagógicas y con las iniciativas de innovación, conviene que seamos capaces de detenernos un instante para darnos cuenta de las cosas buenas que ya estamos haciendo.
Los compañeros de Educación Musical y de Educación Artística, han abierto un camino de gran importancia que influye en la convivencia en los centros y en las iniciativas culturales que se dan en los mismos. En muchos institutos y colegios, además, la realización de actividades conjuntas, festivales y propuestas culturales, favorece la integración entre estudiantes de diferentes cursos, al fomentar el trabajo colaborativo y al esfuerzo común para obtener resultados con la aportación de todos. Estas cuestiones son fundamentales en la educación, y tienen una gran influencia en el desarrollo de nuestro alumnado, puede que, incluso, más que muchos contenidos curriculares.
Por eso, debemos darle a los docentes que imparten estas áreas la importancia que merecen.
Ahora que la nueva ley educativa plantea importantes cambios a este respecto, creo que sería bueno llamar a la responsabilidad de los organismos educativos, de los centros y de los docentes. No podemos dejar que se pierda el avance que se ha ido realizando durante los últimos años. En la Educación Musical y Artística no hay sólo herramientas de expresión, está también la expresión en sí. La urgente necesidad de que nuestro alumnado sea capaz de comunicar sus emociones, no sólo con palabras, sino de todas las formas posibles. Cuando un docente ofrece a los estudiantes la posibilidad de expresar sus mundos interiores, ellos son capaces de analizar, de una forma artística, sus preocupaciones, sus miedos y sus rabias. Son también capaces de sentir las emociones de los demás y confrontarlas con las suyas propias, en un juego de continuo enriquecimiento. Y pocas cosas pueden mejorar más la convivencia que un grupo de estudiantes cantando juntos, haciendo teatro u organizando entre todos un proyecto artístico. Trabajo colectivo sobre las emociones gracias a la expresión musical, artística y literaria.
Todos sabemos los beneficios que reportan estas dinámicas para nuestros estudiantes. No dejemos que esa magia se apague.