Comunicación y creatividad.
Una de las competencias que menos se trabaja en nuestros institutos y colegios es la comunicación, tanto oral como escrita. Nuestras clases, en parte por la ratio de alumnado, y en parte porque venimos de una metodología tradicional, no se apoyan en la participación de los estudiantes. Y esto, al final, acaba socavando la facilidad de los mismos para exponer sus propias ideas y establecer dinámicas creativas.
Cuando cualquier docente quiere poner en marcha una actividad basada en la participación oral, al alumnado le cuesta mucho involucrarse. Esta dificultad es normal cuando tampoco se han propiciado este tipo de dinámicas en los cursos anteriores, lo que repercute en el abandono de una serie de propuestas que podría mejorar el aprendizaje, fomentar su creación activa y las posibilidades de compartir sus ideas con los demás.
Palabra, pensamiento y diálogo.
No debemos olvidar que nuestro pensamiento viene dirigido por la creación de las frases. Apuntaba Ken Robinson, recordando los estudios de Noam Chomski, Jerome Brune o Jean Piaget, que la mente utiliza el lenguaje constantemente para construir nuestra idea del mundo. Normalmente, pensamos en la lengua como una herramienta de comunicación, pero debemos tomar consciencia de que también utilizamos la palabra para pensar, para organizar nuestras ideas y para dirigir nuestras acciones. El empobrecimiento de la lengua es un empobrecimiento del pensamiento, y el hecho de no utilizar todos los matices que nos permite usar el lenguaje, hace que perdamos posibilidades comunicativas con los demás. Estas dos cuestiones, el pensamiento y la comunicación, dada su importancia, deberían ser respaldadas por actividades dirigidas a la mejora en el uso del lenguaje.
La oratoria en colegios e institutos.
Hay centros que, conscientes de este problema, han puesto en marcha proyectos de oratoria, dirigidos a conseguir una mejora en las competencias de comunicación oral de nuestro alumnado. Estos programas tienen características muy diferentes, desde propuestas enfocadas al debate, a presentaciones sobre investigaciones desarrolladas por los estudiantes. También hay centros con interesantes propuestas teatrales, que hacen de la improvisación una herramienta de comunicación, expresión y conocimiento.
Estas dinámicas aumentan la capacidad del alumnado, pero, sobre todo, contribuyen a normalizar una cuestión que suele darles pavor: hablar en público. Cuando perciben esta metodología como algo habitual, no sólo desaparece este miedo, sin que, además, se dan cuenta de la importancia de darle claridad a su discurso, de hacerlo dinámico, y de conseguir la atención de los oyentes. Todas estas cuestiones, que serán de una enorme utilidad para su futuro, forman parte de una serie de herramientas básicas a las que deberíamos dar una importancia fundamental en nuestro trabajo.
Conversación y convivencia.
Además de cubrir toda una serie de objetivos pedagógicos, el uso constante del lenguaje, y el trabajo de las propuestas de participación oral, contribuyen también a mejorar las posibilidades comunicativas de los estudiantes. Y esta comunicación incide en la convivencia mucho más de lo que podemos pensar en un principio. Esa frase que repetimos tantas veces “los conflictos se resuelven hablando”, depende de cómo seamos capaces de comunicarnos. Si le damos a los estudiantes herramientas para poder expresar sus emociones, para hacer entender adecuadamente sus preocupaciones, les estaremos ofreciendo el mejor regalo que podemos hacerles para el futuro de su relación con el mundo social. Y aquí hay dos trabajos fundamentales: uno centrado en las emociones, su análisis y comprensión, y otro basado en la comunicación de las mismas. Expresar una emoción una de las cuestiones más complejas que nos permite realizar el lenguaje, porque estamos hablando de algo que no puede explicarse de forma objetiva. No estamos dando un dato cerrado, estamos intentando poner en palabras algo que nos entusiasma o nos preocupa. El lenguaje tiene, para eso, toda una serie de giros gramaticales, de tiempos verbales, que son capaces de alejarnos de una enumeración de datos, o de una descripción objetiva, para permitirnos cargar de sensaciones cualquier frase. Si conseguimos que los estudiantes comprendan las diversas maneras que existen de decir las cosas, y como, cada una de ellas, está llena de significado, estaremos abriendo tremendamente sus posibilidades para comunicarse con los demás.
Estos objetivos, que han estado siempre tan alejados del trabajo diario en los centros educativos españoles, debería empezar a tener un espacio propio y unos objetivos marcados. No basta con los planes de animación a la lectura de los centros, es necesario darle un impulso más fuerte a estas cuestiones por la enorme incidencia que tienen sobre numerosos aspectos de la educación de nuestros estudiantes. En el terreno puramente académico, les permitiría expresar mejor los contenidos que estudian y adquirir una serie de competencias comunicativas esenciales para su vida futura. En el terreno de las relaciones sociales, hay pocas cosas más importantes que la comunicación verbal, para conseguir un trato cercano con las personas que tenemos a nuestro alrededor.
La palabra está en la esencia de la educación, pero tenemos que animar a nuestros estudiantes a utilizarla de forma fluida, sólo así conseguiremos desarrollar todo su potencial.