20 November, 2017

Hace unas semanas tuve la oportunidad de estar de viaje en Lanzarote, un hotel familiar lleno de niños y niñas en edad escolar provenientes de diversos lugares de Europa, ingleses, franceses, alemanes, y algunos niños españoles de edad no escolar.

El caso es, que el hotel en el que me alojaba estaba lleno de niños y niñas felices por tener unas vacaciones en pleno otoño, sol, playa, pisicina y buen tiempo ¿qué más se puede pedir? Pues móviles y tablets … por doquier.

Quizás los maestros tengamos deformación profesional y cuando hay niños cerca se nos activa el radar de maestro pero me llamaba profundamente la atención la cantidad de pantallas que nos rodeaban. En el comedor, en el vestibulo, en la entrada, en cualquier lugar podías encontrar un niño o un grupo de niños delante de una pantalla, ¿cómo puede ser que prefieran estar aquí sentados a estar jugando? ¿Están de vacaciones o siguen en casa?

El momento del desayuno, la comida o la cena, era tiempo de colocar estratégicamente vasos y platos para que los más pequeños, niños y niñas de menos de tres años a juzgar por su tamaño, comieran a escasos centímetros de sus pantallas, de esta manera los adultos podían disfrutar de la charla y el relajo.

Los niños del tramo de primaria, preferentemente los chicos, andaban por las esquinas intentando conseguir cobertura del wifi grautito para jugar con los aparatos, mientras que los más mayores chateaban.

Quizás el entorno más rural en el que desarrollo mi día a día propicie un menor “enganche” a las pantallas, hay muchas opciones de juego en la calle con otros niños; mucho tiempo de  paseo y parque. Es psoible que nuestra escuela use y no abuse de este tipo de opciones para entretener a los niños pero la profusión de aparatos que pudé ver esos me impactó.

¿Ha cambiado el modelo de socialización orientándolo a una pantalla, un programa? ¿Los adultos delegamos en un aparato el diálogo y el entrenimiento de nuestros niños? ¿Hacia dónde vamos?

El atractivo es indudable; el potencial de estas nuevas herramientas irresistible … pero ¿somos conscientes de los valores que las webs y las aplicaciones transmiten? ¿Entendemos los riesgos que una sobreexposición así puede traer consigo?

No podemos aislarnos, eso es algo obvio, ellos y nosotros estamos en contacto con la tecnologia y sus potencialidades, lo cual no implica que les dejemos solos ante la ingente cantidad de información y estímulos que están recibiendo.

Considero que debemos acercanos a la tecnología de manera crítica, no podemos supedirtar un momento tan importante en el desarrollo de niños y niñas a una máquina, no puede ser que antes de comenzar la escuela infantil ya dominen, controlen y usen aplciaciones prediseñadas, por mucha gracia que nos haga verlos o muy cómodo nos resulte “aparcarlos” frente a una pantalla. Su desarrollo se verá condicionado de manera que no somos aún capaces de preveer.

Un niño necesita cariño, movimiento, imaginación, juego, aburrimiento, enfadarse, explorar, caerse y levantarse; un niño necesita … ser un niño, esté en caso o de vacaciones, y el papel de los adultos es acompañar, ayudar, orientar y educarles lo mejor que podamos ¿utilizamos alguna vez la tecnología para ello? Claro, un ratito y a jugar a la calle. ¡Feliz semana!

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