12 May, 2013

Nos hemos parado a pensar en algún momento qué tipo de comunicación existe en nuestras aulas. En este post pretendo analizar la importancia de la comunicación como facilitadora de la mejora de la calidad de las numerosas interacciones que se generan en el entorno escolar.

La comunicación es fundamental en nuestra vida cotidiana. Existe un aforismo que dice “no podemos no comunicar” y éste es totalmente cierto ya que en el ámbito de la comunicación, cada gesto, cada omisión, cada palabra, cada silencio, comunica. En términos lingüísticos, se define como el proceso de enviar y recibir mensajes,  pero este hecho que parece tan simple se complica cuando se observa una relación interpersonal. Podremos adoptar distintos patrones en nuestra forma de comunicarnos con el otro, siendo también muy importante nuestra predisposición a la hora de iniciar un proceso de comunicación.

Abordaré este tema desde la perspectiva del modelo de comunicación no violenta (CNVC) de Rosenberg y del modelo centrado en la persona, que analiza la Programación Neurolingüística (PNL).

Marshall B. Rosenberg, doctor en psicología clínica, educador y reconocido mediador en conflictos internacionales creó en 1985 el Centro para la Comunicación No violenta (CNVC). Es una organización internacional con entrenadores en todo el mundo que promueve la formación en escuelas, prisiones, instalaciones de asistencia médica, etc. El objetivo fundamental de Rosenberg es aportar más compasión/comprensión a las relaciones humanas, y siendo consciente de los efectos negativos que genera el etiquetaje diagnóstico, eliminar ese lenguaje que crea culpa, vergüenza, juicios, crítica y exigencias que contribuyen a la violencia en las relaciones humanas.

La Comunicación No violenta ayuda a adentrarnos en nuestro mundo interior, a discriminar las necesidades básicas y humanas que nos mueven a actuar para satisfacer necesidades descubiertas, a aprender a desarrollar un lenguaje comunicativo de sentimientos y necesidades. En la CNV, expresar y escuchar constituyen un binomio de relevancia cualitativa. Trasladando este tipo de comunicación a nuestras aulas:

  • Expresarnos con “claridad” como docentes implica: enfocar lo que observamos (hechos, gestos, reacciones,..) para saber cómo afectan a nuestro bienestar sin juicios de valor; explorar cómo nos sentimos una vez realizada esa observación; explicitar cuáles de nuestras necesidades guardan relación con los sentimientos que han surgido y formular una petición muy específica centrada en lo que esperamos que realice la otra persona o nosotros mismos.
  •  Escuchar empáticamente al alumno supone conectarnos con lo que está diciendo, más allá de sus palabras o conductas. Para lograrlo debemos traducir lo que dice o hace a: observaciones de hechos concretos, sentimientos que imaginamos pueda estar sintiendo, necesidades que captamos pueda estar necesitando y una vez que hemos comprobado que lo imaginado y percibido se ajusta a lo que el otro está experimentando, es cuando construimos una base emocional compartida que permite establecer relaciones más satisfactorias.

Rosenberg en una entrevista relata la anécdota de su visita a un campo de refugiados de la Autoridad Palestina. Cuando el intérprete le presentó como americano, inmediatamente uno de los refugiados le increpó ¡Asesino!. Él cuenta que “al cabo de una hora, el que me llamó asesino me estaba invitando a una cena de Ramadán en su casa porque no escuché lo que pensaba de mí, simplemente conecté con lo que él sentía, con lo que necesitaba. Cuántas veces en nuestras aulas hemos evitado una situación violenta por no dar importancia a las manifestaciones más evidentes del lenguaje verbal o gestual de un alumno y hemos conseguido conectar con él sabiendo lo que realmente estaba sintiendo y necesitando en ese momento.

El ser humano es comunicativo por excelencia, por ello continuamente está vertiendo hacia fuera mediante los diversos canales de comunicación (la voz, gestos, postura, escritura, sueños,…). Y la mejor forma de expresar este mundo interior es la comunicación neurolingüística. La Programación Neurolingüística (PNL) se refiere a nuestra actitud para producir y aplicar programas de comportamiento. Neuro indica las percepciones sensoriales que determinan nuestro estado emocional subjetivo, el cual va a determinar el modelo de comunicación que adoptemos. Y lingüístico son los medios de comunicación humana. La PNL es el arte y la ciencia que proporciona a las personas y organizaciones (también la escolar), las herramientas que permitan obtener los mejores resultados. Describe la dinámica fundamental entre la mente (neuro) y el lenguaje (lingüístico) y cómo la relación de ambos afecta a nuestro cuerpo y nuestro comportamiento (programación). Debe su origen a dos investigadores norteamericanos: el psicólogo y lingüista John Grinder y el informático Richard Bandler quienes se dedicaron a la observación de tres especialistas de la comunicación terapeútica para posteriormente elaborar modelos de comunicación que se pudieran enseñar.

Desde la perspectiva del modelo de comunicación basado en la persona, el verdadero descubrimiento de la Programación Neurilingüística (PNL) es que nosotros transmitimos todo nuestro mundo interior hacia el exterior mediante tres formas de comunicación: verbal, paraverbal y no verbal.

Aplicando esta teoría al mundo educativo, no sólo debemos tener cuenta a la persona que comunica (puede ser el docente) sino que debemos también centrarnos en el otro (alumno/alumnos) para poder entrar de inmediato en sintonía con él. Es muy importante a cada momento y de acuerdo a cada situación, saber distinguir en qué estado se encuentra el alumno/s con el que nos estamos comunicando para poder actuar en consecuencia (“No hay situaciones desesperadas, sino personas que se desesperan ante determinadas situaciones”).

En cuanto a la comunicación verbal que establecemos con los alumnos, debemos emplear enunciados adecuados (no debemos mandar o dirigir, amenazar, sermonear, insultar, interpretar, ironizar. Todos estos tipos de respuestas suponen un obstáculo para la comunicación ya que no favorecen que el alumno sea comprendido). En el aspecto paraverbal, debemos prestar atención al volumen y tono de la voz, flujo, ritmo de comunicación que utilizamos y que utiliza el alumno (cuando un alumno alza la voz nosotros debemos ser capaces de reconducirlo con un tono más suave y pausado). También debemos cuidar mucho el lenguaje corporal siendo conscientes de que cualquier gesto inadecuado que utilizamos puede interferir la comunicación.

Para concluir y teniendo en cuenta las cuatro componentes básicos de la Comunicación No Violenta, debemos centrarnos en lo que observamos, sentimos y necesitamos sin criticar, analizar ni echar la culpa a nadie, sin establecer diagnósticos y actuando de una manera que propicie la comprensión y la compasión. Y debemos usar un lenguaje de acción claro, positivo y concreto ya que de esta forma revelamos lo que verdaderamente queremos. Para asegurarnos de que el mensaje que enviamos sea el que se recibe, debemos solicitar al receptor que lo confirme y agradezcamos a nuestro interlocutor cuando nos confirma el mensaje que recibió además de mostrar empatía a quien no desea confirmar nuestro mensaje.

Seguro que todos los que compartáis este lectura, estaréis de acuerdo conmigo en que estos modelos de comunicación no son sólo útiles para la relación que se establece entre profesor y alumnos. Sería muy interesante entrenar también a nuestros alumnos en formas de comunicación que les permitan gozar de unas interacciones satisfactorias.

Para profundizar más en estos modelos, podemos recurrir a:

  • “Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida”. Marshall B. Rosenberg, Ph.D. GranAldea Editores. ISBN 978-987-21834-9-3. Recoge una serie de reflexiones y diálogos para aprender a comunicarte de forma sincera, clara y cuidadosa, expresando tus necesidades y escuchando las del otro.
  • “Como comprender la PNL”. Catherine Cudicio. Serie Alternativa. Management Granica. 1999. Un libro sencillo para adentrarse en la PNL de la mano de ejercicios prácticos y sencillos para llevar a la vida cotidiana.