La asertividad es una herramienta que te ayuda a SER tú mismo, a no tener miedo ni vergüenza de tus propias convicciones, a defenderlas con entusiasmo sin menospreciar ni mostrarse agresivo hacia quienes no las comparten (…).Basada en la autoestima, se apoya en el respeto a las propias convicciones sin pretender imponerlas a los demás. Su práctica aumenta la confianza en ti mismo y la soltura con que la puedes hacer frente a cualquier situación (Eric Schuler, La asertividad).
La palabra asertividad procede del latín asserere, assrerum, que significa “afirmar”. Así pues, asertividad significa afirmación de la propia personalidad, confianza en uno mismo, autoestima, etc. Implica ser capaz de hablar en primera persona haciéndose responsable de lo que uno piensa, siente, cree,…
Haciendo un poquito de historia, el concepto de asertividad es bastante reciente, pero cuenta ya con amplios referentes históricos y una interesante evolución.
Este concepto está muy relacionado con el de habilidades sociales y hay autores que los utilizan como sinónimos. Ambos conceptos surgen en el campo de la psicología social a mediados del s. XX y se popularizan a partir de la década de 1990. Se originan dentro del ámbito de la terapia conductual, por lo que en su origen nacen con un enfoque estrictamente preventivo. En sus inicios, la asertividad constituía un pequeño apartado dentro del gran capítulo de las habilidades sociales, las cuales se dirigían únicamente a personas con algún déficit en sus comportamientos sociales.
Los dos conceptos han ido evolucionando y en la actualidad, su alcance es mucho más amplio. Las habilidades sociales se han hecho extensivas a toda la población y so sólo para aquellas personas que presenten conductas inadaptadas o de riesgo, debido a que la inteligencia interpersonal y/ o social se considera en la actualidad una de las competencias básicas para mantener relaciones armoniosas/positivas con los otros. Y la asertividad se orienta hacia la comunicación efectiva y afectiva a la vez, relacionándose con la capacidad de generar sentimientos agradables y la práctica de valores tan esenciales para la convivencia como la empatía, la honestidad, la libertad, la responsabilidad, el respeto, etc.
La asertividad constituye un poderoso recurso para aprender a manejar mejor nuestras emociones, fomentar un hábito reflexivo y favorecer una resonancia emocional positiva con las otras personas. Goleman en su libro “Inteligencia social”, explica cómo la corteza orbifrontal permite a nuestro cerebro desarrollar estrategias para evaluar, filtrar y modular lo que recibe. Si nos entrenamos en esta línea y acudimos a nuestra autoestima, confianza y consideración hacia los otros, cada vez que alguien nos ofende, seremos capaces de minimizar dicha ofensa puesto que para que ésta sea realmente ofensiva precisa de nuestra colaboración.
Eva Bach y Anna Forés en su libro “La asertividad. Para gente extraordinaria” simbolizan la asertividad con una rosa. En base a su modelo, en las raíces estarían esas bases emocionales que cada persona genera en función de sus vivencias personales y afectivas en su familia, cultura, escuela, amigos, junto a los valores y emociones que ha ido interiorizando en esos entornos próximos. De unas raíces fuertes y sanas, dependerá el adecuado desarrollo emocional de cada persona en un futuro.
El tallo que sostiene esa rosa, representaría la autoestima. Sólo cuando nos queremos y respetamos, somos capaces de querer y respetar a los demás. Y la única forma de hacerlo es desarrollando una sana autoestima que nos permita estar seguros de nuestra valía única y personal y nos ayude a hacer valer nuestros derechos sin pisar los del otro.
Las hojas que embellecen esa flor representarían la empatía (esa capacidad que nos permite percibir, sintonizar, conectar y comprender las emociones y sentimientos de los demás), la resiliencia (la capacidad que tenemos las personas de sobreponernos a las adversidades y salir lo más airoso posibles y en algunos casos transformados), la escucha activa (habilidad que nos permite escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla, pero no sólo lo que comunica sino además los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo) y la serendipìdad (se refiere a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. Es la sabiduría de ser capaz de convertir un hecho adverso o inesperado, un contratiempo o un accidente en una situación que genera un nuevo aprendizaje positivo).
La humildad, el respeto, la honestidad, la delicadeza, la ternura, la valentía conforman los pétalos.
Pero para que esa rosa crezca sana y bella, necesita unos cuidados diarios que serían la calma, la confianza y por supuesto el entrenamiento. Y una parte importante de este entrenamiento debe realizarse en el entorno escolar.
¿Cómo podemos entrenar la asertividad? En primer lugar nosotros, los docentes, debemos ser unos adecuados modelos para nuestros alumnos. Pero nuestro ejemplo, so sería suficiente ya que además deberíamos implementar programas que nos permitan trabajar de forma sistemática habilidades emocionales y sociales, prestando especial atención a la asertividad.
Manuel García Pérez y Ángela Magas Lago en “Ratones, Dragones y Seres Humanos Auténticos” (grupo Albor Cohs) plantean los derechos de los seres humanos auténticos:
1.- Derecho a pensar de manera propia y diferente a los demás.
2. -Derecho a actuar de modo diferente a como los demás desearían que actuase.
3.- Derecho a estar triste cuando pierde algo valioso y a enfadarse cuando sufre una agresión.
4.- Derecho a elogiar y recibir elogios.
5.- Derecho a equivocarse en algunas ocasiones.
6.- Derecho a hacer las cosas de manera imperfecta.
7.- Derecho a no saber algo.
8.- Derecho a decidir la importancia que tienen las cosas.
9.- Derecho a estar alegre cuando obtiene un éxito.
10.- Derecho a cambiar de opinión.
Debemos enseñarles que cada uno de nosotros somos responsables de nuestra conducta y esa responsabilidad implica considerar que los demás pueden sufrir daño o perjuicio cuando nosotros tomamos una decisión en el ejercicio de alguno de nuestros derechos.
Creo que puede ser un guión interesante sobre el que se puede trabajar a partir de múltiples recursos que se pueden encontrar.
Esta semana, finalicé con los alumnos de 6º de E.P. de mi centro el bloque de trabajo “FORMAS DE RELACIONARNOS CON LOS DEMÁS”, incluido en un programa de inteligencia emocional. Utilicé como elemento motivador un sencillo test de personalidad cuyo resultado final era comprobar si su comportamiento respondía al de una persona inhibida, pasota, agresiva o asertiva. Después de profundizar sobre las características y consecuencias de cada una de estos tipos de personalidad a partir de cuentos, presentaciones en power point y dinámicas de grupo, ellos han planteado sus propias conclusiones. Me gustaría cerrar este blog con algunas de ellas:
“Las personas asertivas no insultan y expresan sus opiniones, emociones y sentimientos sin ofender a nadie. Son amigables y buenas personas. A mí me gustaría ser asertiva y confiar más en mi misma porque soy muy tímida y no me gusta ser así” (Alba Heras, 6º E.P. en el CEIP “Ramiro Soláns”).
“Son las personas que dicen sus opiniones sin estorbar ni incomodar a nadie. También son las personas que saben lo que hacen y expresan sus opiniones de forma clara y directa pero respetuosa. Es bueno ser asertiva porque aprendes a respetar y los demás no se meten contigo.
Yo, en el fondo soy una persona asertiva pero, a veces me enfado al expresarme y me desahogo insultando a esa persona. En ocasiones, me cuesta controlar mi enfado. Cuando me castigan, me hago la pasota pero en el fondo me importa muchísimo” (Hanna Khadar, 6º E.P. en el CEIP “Ramiro Soláns”).
Estas simples, pero valiosas definiciones, que responden a un proceso de autorreflexión y autoconocimiento, recogen algunos de los aspectos teóricos de este concepto de asertividad.