Quería esta semana comenzar con la canción de Shakira “No”, podéis escucharla haciendo clic en la imagen superior, me he permitido esta licencia, espero que me la concedáis, por favor, escuchad primero la canción y luego … volved y seguid leyendo, si soy tan amables.
Música ligera, la escuchamos en la radio camino de la escuela o cuando vamos al supermercado, así me llegó a mi y me sugirió cosas, extrañas conexiones que nuestro cerebro hace a veces.
Estamos terminando el curso, llegamos cargados y cansados pero aún quedan días por delante para rematar, no siempre es fácil, sobre todo cuando el curso ha sido duro y cargado de conflictos.
Igual leéis estas líneas al tiempo que el vídeo se reproduce … “no se puede vivir con tanto veneno” … no se puede vivir en la escuela, en casa, en el mundo cargado de veneno, ¿qué clase de veneno acumulamos? Evidentemente no es algo relacionado con un animal, hay que mirar hacia adentro para encontrarlo. Día a día la convivencia nos va dejando pequeños roces; palabras sueltas que hacen daño aunque quien las pronunció no lo hicieran con intención; el rencón se acumula como una pátina de polvo que nos va llenando de “veneno”.
Nos sentimos incómodos con algunas personas, con determinadas situaciones pero no hacemos nada para evitarlo y seguimos tomando pequeñas dosis que se van acumulando dentro … hasta que llega al entrevista con esa familia con la que no acabamos de entendernos; la reunión para hacer la memoria o la fiesta de fin de curso … y entonces, todo estalla.
Esparcimos nuestro “veneno” a los demás, sin discriminar, necesitamos desahogar la presión interior que nos estaba generando ansiedad. Posiblemente nos demos cuenta antes, y evitemos a los niños pero no siempre lo logramos.
Vuelvo al estribillo y es que “no se puede vivir con tanto veneno”, las relaciones, los vínculos, los construímos nosotros con nuestros intereses y actitudes, con nuestras elecciones vamos tejiendo una malla que nos puede servir para apoyarnos y crecer o para ahogarnos y estallar.
¿Somos conscientes de ello? ¿Tenemos estrategias para salir del bucle creado por el cansancio y el rencor? ¿Nuestra comunicación como adultos es abierta, sincera y respetuosa?
Es el momento de la evaluación, todo se somete a valoración y análisis ¿nosotros también?
Hace unas semanas habla con la madre de un niño sobre algo similar, acumula y acumula hasta que no puede más y explota … como os podéis imaginar esa reacción en la mayoría de las ocasiones es reprimida por disruptiva y agresiva.
Es clamoroso que estamos fallando los adultos, no estamos interviniendo adecuadamente. Estamos permitiendo que crezca cargándose de “veneno”, al tiempo que no le estamos dando una vía de escape para la gestión de esas emociones que le hacen sentirse solo y profundamente infeliz.
Nuestra imperfección nos hace humanos, vulnerables, y un tanto previsibles, si somos conscientes de ello ya hemos dado un primer paso, aclaremos los malos entendidos; establezcamos relaciones positivas y equilibradas; ajustemos nuestra conducta a las necesidades y deseos de los demás, sin que ello suponga una renuncia a nuestra propia manera de ver las cosas y movernos por el mundo … volvamos a aprender todo lo que aprender los niños y niñas de dos y tres años, sí, esos chiquitines que ahora parecen “licenciados” y que al inicio del curso se sentían solos y desamparados ¿os acordáis de ellos al principio de curso?
A ellos les queda un largo camino por recorrer, ese camino que nosotros los adultos, padres y maestros, ya hemos recorrido y a juzgar por nuestros conflictos y contradicciones, quizás, solo quizás, no por el camino más recto, ni posiblemente el más sensato … intentemos entre todos que ellos si que lo encuentren libres, en la medida de lo posible, de la mayor cantidad de “veneno” posible.
Feliz semana … y que el fin de curso esté lleno de sonrisas y el menor número de lágrimas posibles.