A lo largo de los últimos años hemos visto con preocupación cómo ha aumentado el número de casos de violencia contra la mujer en nuestros institutos. Después de haber puesto en marcha programas y de trabajar mediante diferentes fórmulas este problema, vemos con sorpresa cómo esta lacra no se ha erradicado.
Parece surrealista que en pleno siglo XXI debamos seguir preocupándonos por esta cuestión, pero la realidad es que el número de casos entre adolescentes ha crecido bastante, llegando a un punto en que es necesario que replanteemos las actuaciones que estamos llevando a cabo para conseguir más efectividad en las mismas.
Analicemos el problema.
Lo que primero ha cambiado es la edad en que nuestros estudiantes empiezan a tener relaciones de pareja. Hemos visto que la edad ha bajado y una de las cuestiones que no tienen en ese momento es una serie de modelos válidos. En medio de la adolescencia los padres o los familiares cercanos no serán precisamente los ejemplos más buscados por los estudiantes, que se fijarán en otra serie de referencias. Y las referencia violentas en el mundo en que vivimos son muy numerosas. A esto hay que añadir una cultura de dominación del más fuerte sobre el más débil, que no sé da únicamente en cuestiones relacionadas con el género. También un culto al ego que pone en segundo plano a los demás, restándoles a nuestros estudiantes empatía y respeto mutuo. Esto es particularmente importante y aquí sí que hay una clara influencia de los medios de comunicación, donde se ponen de relieve constantemente actitudes individualistas, la mayor parte de las cuales se dan sin ningún tipo de logro ni motivo.
Por otro lado, como comentaré más adelante, siguen presentes una enorme cantidad de estereotipos que minan la igualdad y por tanto el respeto a la mujer.
Prevención de la violencia.
Contexto sociocultural.
Cualquier programa que realicemos en el aula debe tener en cuenta el contexto sociocultural en el que se encuentra el Centro, ya que estas cuestiones culturales suelen ser los principales desencadenantes de la violencia de género. Por esta razón hay que hacer programas adaptados, donde cada instituto realice un análisis de su situación concreta, para diseñar una serie de propuestas que incidan en la realidad en la que se encuentra inmerso.
Clima de convivencia en las aulas.
En este apartado conviene hacer especial referencia a las situaciones emocionales que se den en las clases, ya que en muchos casos existen dificultades entre grupos de estudiantes, así como entre los docentes y el alumnado. Cualquier programa de prevención debe tener en cuenta esta realidad, consiguiendo que la puesta en marcha de las iniciativas se produzca desde un clima de consenso.
Sistema conductual de cada estudiante.
El sistema de valores, creencias y modelos que tenga cada estudiante serán muy relevantes. De la misma forma que también lo serán su situación emocional y su habilidad para las relaciones sociales.
Desde el Centro deberemos promulgar valores basados en al igualdad, en la autoconciencia y en factores críticos que les permitan analizar y mejorar su propio comportamiento. También es necesario que los estudiantes encuentren en el aula pautas basadas en la responsabilidad, en el respeto mutuo y en la empatía.
Para que estas actuaciones puedan ser efectivas conviene que se pongan en marcha de forma transversal, implicando a todo el claustro del centro. Así podremos trabajar la igualdad de forma global y utilizar estrategias para mejorar la capacidad de los estudiantes para gestionar y resolver los conflictos. El esfuerzo conjunto del profesorado en este ámbito, dando herramientas y estrategias, servirá para introducir a los estudiantes en un clima de igualdad, diálogo y respeto.
Otra de las cuestiones a las que deberíamos dedicar nuestros esfuerzos es a la deconstrucción de determinados estereotipos que resultan muy dañinos. Es cierto que los estudiantes habrán adquirido fuera de nuestras aulas estas ideas, pero trabajándolas de forma transversal podremos evitar que en este siglo estemos todavía manteniendo pensamientos tan arcaicos. Estas cuestiones hacen que el hombre no puede expresar sus emociones, que mantenga la violencia como una forma de autoafirmación o que las mujeres no puedan expresar su sexualidad y sus intereses con tanta libertad. A esto se le añaden los celos como herramienta de control, en lugar de basarse en la confianza como base para la creación de las relaciones. Y también apreciaciones con respecto al futuro laboral, que acaban incidiendo no sólo en que la sociedad premie con impunidad a los hombres, sino también en que las mujeres no se sorprendan por dicha discriminación, lo que es más peligroso todavía.
Una cultura de igualdad sienta las bases del respeto mutuo y es muy importante para erradicar la violencia de género.
Actualmente existen numerosos programas institucionales, así como materiales, que pueden ser de gran ayuda para mejorar el clima de convivencia en nuestros centros. Algunos de ellos tienen una particular incidencia en este ámbito. Animo desde aquí a que busquemos los proyectos o materiales más adecuados y los pongamos en marcha en nuestros colegios e institutos. Para conseguir provocar un cambio nuestra implicación ha de ser global, por lo que debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para conseguir prevenir estas cuestiones por el bien de nuestros estudiantes y de la sociedad en general.