Reconozcámoslo, a veces querríamos contestar a nuestro alumnado como lo hacía Mafalda: “A mí háblame en castellano, porque en histérico no te entiendo”.
Son tiempos difíciles en los que aguantar el temperamento en una discusión puede resultar todo un arte.
Como docentes, que queremos expresar y recibir (y enseñar a expresar y recibir) opiniones diferentes de la mejor manera, necesitamos empaparnos de todo tipo de técnicas de control temperamental, resolución de conflictos y comunicación no violenta (CNV) que podamos. El saber no ocupa lugar en esto de comunicar.
Hace 5.000 años los pueblos indoeuropeos fusionaron los vocablos “ko” (vivir juntos) y “mei” (intercambio), surgiendo entonces la COMUNICACIÓN como un bien social al expresar la acción de “constituirse y ser juntos intercambiando”, de entender que “comunicar es hacer comunidad” y considerándola la función social más relevante. Y si es tan importante, ¿por qué se nos da tan mal? ¿Por qué no enseñamos más sobre ella?
Conocer – Crear – Narrar – Compartir – Anticipar: 5 verbos imprescindibles que necesitamos entrenar para enseñar a comunicar bien.
El primero: Conocer, verbo clave en comunicación comparte con ella el prefijo “co”, al que se suma del latín “gnoscere” (saber, tener opción). En nuestra profesión conocer implica una doble acción: saber en profundidad de la materia que enseñamos, es decir, hablar con conocimiento de causa, y entender el resultado de la misma.
Luego están: Crear (conversaciones, diálogos que generen, a su vez, nuevas interacciones ¡no es tan fácil!); Narrar(todavía más difícil, conseguir que tu relato aporte a la conversación las emociones que generen interés, implicación…); Compartir (porque no es solo dar, también es recibir, es decir, escuchar ¡pero escuchar de verdad!)
Y el último es Anticipar. Saber elegir el tiempo y el tempo de la comunicación, entender los espacios temporales y casar expectativas e intereses. Ser protagonista.
Dice la teoría que si juntas estas cinco acciones y las unes a las cuatro condiciones que se deben cumplir para una comunicación correcta en la resolución de un conflicto (– Usar palabras y gestos adecuados, – Defender bien los propios intereses, – Tener en cuenta los argumentos y los intereses de la otra persona – Encontrar soluciones de compromiso razonables para ambas partes) puedes conseguir dominar el arte de la comunicación.
¿Tú que crees, lo ves tan fácil? Toda esta teoría es muy bonita, pero ¿quién no ha saltado en alguna ocasión como un resorte, perdiendo los nervios, soltando todo tipo de exabruptos por la boca, gritando de todo sin orden ni sentido, o al revés, paralizándote hasta el punto de no saber qué decir, balbuceando y sintiéndote idiota porque solo te salen cosas absurdas tipo “rebota rebota, en tu culo explota” o “no me hagas hablar, no me hagas hablar” porque realmente no sabes ni que decir?
Eso sí, luego, cuando la discusión ha finalizado, cuando ya no tienes delante a la persona, se te ocurren frases elocuentes, argumentos súper válidos, y explicaciones racionales…. E incluso eres capaz de pensar en decir todo eso en plan tranquilo, habiendo respirado en ocho tiempos y con esa asertividad estupenda que nos dice la teoría.
Pero ¿y la práctica? ¿qué estilo se estila más entre tu alumnado a la hora de comunicarse? ¿Cómo reaccionan? ¿Logran responder con ese estilo asertivode la teoría o es más frecuente que reaccionen con un estilo pasivo (vemos cómo se callan, dicen cosas como “quizá tengas razón”, “vale, déjalo, no es tan importante”, “vale, como digas, pero no te enfades” o, al contrario, usan el estilo agresivo en el que humillan, amenazan, insultan, ningunean…y, por supuesto, no escuchan y hacen solo monólogos a gritos?
Los gritos. Los gritos en clase, en discusiones, en el día a día. Los gritos tienen un gran impacto en el cerebro humano y en el propio desarrollo neurológico, sobre todo de peques y jóvenes, ya que el acto de “gritar” tiene una finalidad muy concreta en todas las especies, que es la de alertar de un peligro. Nuestro sistema de alarma se activa y se libera cortisol, esa hormona del estrés que tiene como finalidad poner las condiciones físicas y biológicas necesarias para huir o pelear.
Si en la resolución de conflictos en nuestras vidas solo escuchamos gritos, el hipocampo, esa estructura cerebral relacionada con las emociones y la memoria, tendrá un tamaño más reducido. También el cuerpo calloso, punto de unión entre los dos hemisferios, habrá recibido menos flujo sanguíneo, afectando así al equilibrio emocional, a la capacidad de atención y otros procesos cognitivos….
En fin, que en ambientes en los que permanentemente se comunican a gritos, se provoca una liberación excesiva y permanente de cortisol que sume en un estado de estrés y alarma constante, que, entre otras cosas, baja considerablemente el rendimiento académico.
MORALEJA: Practiquemos distintas formas de reaccionar ante las situaciones conflictivas. Insistamos en que siempre hay una forma de decir bien las cosas. Por decirlo más alto no voy a tener más razón.
Ofrezcamos estrategias alternativas.
Reconocer que gritar es perder el control, por lo que tenemos que parar, mantener la calma y reflexionar. Detectar los pensamientos hostiles que alimentan el enfado, entender, empatizar (requiere paciencia y cercanía). Busca distracciones: disminuir la activación fisiológica de la ira. Buscar la forma de canalizar la energía hacia un fin más productivo.
¡ORGANIZA TU RABIA Y APRENDE A COMUNICARLA!
¿Cómo? Pues la CNV es la herramienta clave para completar de la mejor manera las cinco acciones, las cuatro condiciones y la alternativa al grito descritas y propuestas anteriormente. La Comunicación No Violenta (CNV), desarrollada por Marshall Rosenberg es un método basado en la expresión honesta y la escucha empática, buscando la satisfacción de todas las partes.
El proceso consta de cuatro pasos que podemos proponer practicar a nuestro alumnado:
1. Observamos los actos concretos que están afectando a nuestro bienestar.
2. Identificamos nuestros sentimientos en relación con lo que observamos.
3. Identificamos las necesidades no satisfechas que originan esos sentimientos.
4. Pedimos claramente a la otra persona lo que nos gustaría que hiciese.
¿Nos comunicamos como CHACALES o como JIRAFAS? Rosenberg eligió a estos dos animales como ejemplo de dos formas distintas de comunicarnos. El chacal representa la forma de pensar y de expresarse basada en juicios moralistas, mientras que la jirafa representa la empatía y la toma de conciencia de las necesidades propias y ajenas.
En lenguaje chacal está lleno de calificativos. Cuando una persona hace algo que no le gusta, la etiqueta como “malvada” o “estúpida”. También juzga duramente su propio comportamiento. Expresiones como “soy imbécil” o “debería haber hecho…” son habituales, por lo que su autoestima es muy baja. No intentan entender los sentimientos ni las necesidades del resto y tratan de cambiar su comportamiento utilizando castigos y recompensas.
En el lenguaje jirafa no existe lo “correcto” o “incorrecto”. La realidad es cambiante, por eso en lugar de recurrir a estas clasificaciones estáticas, las jirafas tratan de conectar con sus emociones y pedir lo que necesitan sin juicios ni exigencias. También tienen en cuenta las necesidades ajenas.
Si lamentan haber cometido una acción, recuerdan las necesidades que trataban de cubrir cuando la emprendieron, y tratan de aprender para encontrar mejores estrategias.
A la mayoría nos han educado como chacales. Nuestra forma de pensar basada en juicios y en obligaciones es el resultado de la sociedad jerárquica en la que vivimos.
Educar en el respeto y el ejemplo es una de las formas más coherentes de educar. Podemos trabajar en nuestras aulas para conseguir tener estrategias alternativas en los momentos en los que nos desbordamos y perdemos el control.
Para cambiar el chip y conseguir comunicarnos, hablar y actuar como jirafas.
Lo podemos hacer. Cinco (acciones), cuatro (condiciones), tres (estilos asertivos)…y muchos más recursos y herramientas a nuestra disposición.
Ahora que empieza el año hay gente que como buen propósito para el 2020 se plantea aprender otro idioma. Podemos también proponernos olvidar “el histérico”, aprender y enseñar a comunicarnos bien. Tenemos, por ejemplo, el 5, 4, 3…y 2 (opciones posibles en “esos momentos”: gritar o no gritar, perder el control o parar) y 1 objetivo común: enseñar que OTRAS FORMAS DE COMUNICARNOS SON POSIBLES.