En la escena del restaurante de El sentido de la vida, la controvertida última película del grupo británico Monty Python, Mr. Creosote, un cliente habitual de un restaurante, comienza a comer sin medida tras haber vomitado durante un rato de manera repulsiva. La escena no puede ser más desagradable en su invocación al llamado humor negro. Cuando el volumen corporal de Mr. Creosote, interpretado por Terry Jones, parece no poder aumentar más, el metre, (John Cleese) le ofrece una pequeña chocolatina de menta. Un minúsculo postre que, para rematar lo repugnante de la escena, le hace explotar.
La saturación, el exceso, la persistencia de lo que no conviene, la ansiedad y el ansia. La escena muestra en imágenes bufas, de cómica astracanada, y desde lo repulsivo, lo que puede suceder con la mente de quienes en su día a día no tienen facilidades para digerir todo lo que encuentran por delante en su trabajo y su vida.
En este momento el profesorado de nuestro país se encuentra en una situación sin precedentes, con la doble demanda de familias y sociedad de educar en lo emocional y afectivo al mismo tiempo que llevar adelante su cometido más tradicional de dotar de recursos de conocimiento y competencias a niños y niñas.
Esta creciente exigencia que puede, naturalmente, romper su equilibrio psicológico, hacer que, como Mr. Creosote en El sentido de la vida, explote. Explote su salud mental. Y está pasando.
¿Tienen ayuda extra ante la demanda extra?
Porque si aparecen cargas extraordinarias no está de más que se incorporen en paralelo apoyos que ayuden a sobrellevarlas sin tener en el horizonte la posibilidad de una explosión interna.
Las profesoras y los profesores son en muchos casos la referencia adulta más cercana de niños, niñas y adolescentes, se convierten en sus anclas, sus confidentes. Y tienen que desarrollar esa empatía desde la comprensión y el compromiso, para lo cual, necesitan encontrarse bien.
En los últimos años el aumento del estrés y los cuadros de depresión del personal docente va en aumento.
Como en tantas ocasiones nos preguntamos ¿Quién cura a quien cura? ¿Quién cuida a quien cuida? Y en este caso concreto ¿Quién preserva la salud mental de quien está en la primera línea para preservar la salud mental del alumnado?
En la última memoria anual del Defensor del profesor se arrojan resultados de investigación que apuntan a que el ejercicio de la docencia está pasando seria factura a la salud mental de quien lo cultiva.
En los últimos años el aumento del estrés y los cuadros de depresión del personal docente va en aumento, el ánimo general del profesorado no mejora desde que sufrió un bajón grande a causa de la pandemia, como sucedió en otros muchos ámbitos laborales que sí están remontando.
Sabemos algunas de las razones que producen este estado de cosas:
Las ratios por clase siguen siendo altas, los recursos para gestionar alumnado con necesidades educativas especiales no aumentan, la carga burocrática (los informes y más informes) no se reducen.
Éstas son algunas de las causas que podemos encontrar en lo que se refiere exclusivamente al sistema educativo. Causas, por tanto, para las que se pueden localizar soluciones desde dentro y conseguir que la situación mejore.
En Educación Conectada nos gustaría que el personal docente conquistase cuanto antes el prestigio social que merece como elemento humano clave del desarrollo del país y de su población. Un prestigio social que en otras situaciones históricas ha tenido en su justa medida y que nunca debió de verse reducido.
No queremos dejar de subrayar dos de las causas externas al sistema académico que hacen que cada día se incrementen los casos de ansiedad y depresión entre el profesorado: las familias y el alumnado, en ambos casos, ayudados por un mal uso de las tecnologías.
Existe una relación directa entre la salud mental de profesores y profesoras con respecto a el acoso y la violencia que experimentan tanto en el centro como en la vida conectada, sobre todo en la Educación Primaria. Y esto es algo que nos tiene que hacer reflexionar mucho sobre cómo es la relación que se está implantando entre docentes y familias.
Las familias, ¿colaboración o injerencia?
Desde torpes pero desagradables faltas de respeto hasta casos de ciberacoso y denuncias de padres y madres. Esto encuentran en su labor diaria muchas personas que se dedican a la enseñanza. Y ésta es una situación que deberíamos ser capaces de revertir entre toda la comunidad educativa.
Los problemas generados desde las familias son, a menudo, repetidos con el paso de generaciones. Una educación deficiente por parte de la familia genera problemas en las aulas. Los problemas en las aulas, a su vez, deterioran la calidad educativa, lo que conforma en pocos años nuevas familias con deficiencias educativas.
No se trata de reeducar a las familias, que tampoco está de más, sino de hacerlas ser conscientes de que en los profesores y profesoras tienen a personas imprescindibles, que además son las aliadas perfectas para educar en común a sus hijos e hijas.
En Educación Conectada nos gustaría que el personal docente conquistase cuanto antes el prestigio social que merece como elemento humano clave del desarrollo del país y de su población.
El alumnado, un factor fundamental.
También hay que prestar especial atención a otro de los focos que más inciden en la mala salud mental de profesores y profesoras, la manera en la que se está planteando en algunos casos la relación del alumnado con respecto al profesorado; el aumento de faltas de respeto, que en ocasiones derivan en amenazas y acosos, no puede ser la tónica imperante en una sociedad que se llama a sí misma civilizada.
Objetivo número uno: Recuperar el prestigio social.
Otros objetivos fundamentales: Afianzar el concepto de comunidad educativa y dotar a los centros de recursos para afrontar con éxito conflictos, trastornos y enfermedades comunes.
Los centros educativos tienen que poder prevenir estas situaciones con una evaluación de riesgos permanente, y ofreciendo la formación necesaria a sus empleados y empleadas. El objetivo fundamental que tienen que perseguir es alcanzar un buen clima laboral, en el que cada quien sienta de verdad apoyo, escucha y comprensión.
Cuando te sientes bien eres mucho más capaz de ayudar a quien tiene problemas, de detectar señales de alarma en la salud mental de los niños y las niñas, y esa, – además de que la buena salud mental del profesorado es una necesidad en sí misma -, es la gran causa por la que la sociedad tiene que ponerse en serio a cuidar el día a día del personal docente.
El privilegio y la responsabilidad que supone ser profesor o profesora tiene que verse siempre soportando por la estructura social.
Y la entrega, la alegría, la libertad, la satisfacción, el descanso interno, externo y la paz con el mundo que enumeraba Friedrich Fröbel refiriéndose a lo que sienten los niños y las niñas con el juego, tiene que seguir latente en la vida adulta de quienes se dedican al arte de enseñar sin dejar de aprender.