El final de este verano que prometía ser tranquilo tras un fin de curso tal vez demasiado intenso, se convirtió, en nuestro país, y trascendiendo al ámbito internacional, en un máster sobre igualdad de género sobrevenido. Un evento deportivo de escala mundial fue el catalizador.
La conducta dentro de la caja de la masculinidad hegemónica tradicional de un representante público han puesto en evidencia las carencias de una parte importante de la población en cuanto a cómo deben ser las relaciones entre hombres y mujeres para no resultar tóxicas e inaceptables.
Las redes sociales han sido un hervidero de opiniones, juicios paralelos, solidaridad, sororidad, enfrentamiento, a cuenta de un comportamiento que en la tercera década de este siglo nunca debería de haber sucedido.
Esto nos ha hecho preguntarnos cuál es en realidad el estado de situación del pensamiento igualitario en adolescentes y jóvenes, y cómo se está desarrollando el avance (o el retroceso) de los pensamientos abiertos hacia la igualdad y el respeto a los derechos humanos en sus ecosistemas más habituales; el hogar, el centro educativo, los espacios de reunión y las redes sociales.
Así que nos encontramos con la necesidad de seguir trabajando en la educación en igualdad y en el valor incalculable del pensamiento crítico
Sigue faltando formación en igualdad
Ante algunos discursos escuchados (y aplaudidos) y algunas defensas cerradas de jóvenes a esos discursos puede dar la sensación de que la educación en igualdad no está progresando como sería conveniente.
Nos remitimos a dos estudios que conocemos muy de cerca:
El informe “La caja de la masculinidad. Construcción, actitudes e impacto en la juventud española” del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y Fad juventud, arroja el dato porcentual interesante, sólo el 46,4% de jóvenes se considera feminista (33,6% los hombres y 59,5% las mujeres).
Es decir, que hay un alto número de jóvenes que muy posiblemente no sabe qué es el feminismo y/o ha caído en esa dinámica promovida desde espacios de la política, los medios y las redes por sectores que buscan mantener, o, mejor dicho, recuperar el estado de cosas que vamos superando desde hace décadas y que nos permiten avanzar como sociedad más libre y feliz.
Las consignas tardígradas de influencers y de algunos grupos políticos llegan a las aulas, a los grupos de Whatsapp y a todos los lugares donde se reúnen los y las jóvenes.
Así que nos encontramos con la necesidad de seguir trabajando en la educación en igualdad y en el valor incalculable del pensamiento crítico, que permite analizar la información y la desinformación que inunda redes y aplicaciones de mensajería y a partir de ese análisis construir una opinión autónoma y libre.
En las redes cabe todo
Otro informe reciente que conocemos muy bien es el “Barómetro Juventud y Género” de Fad Juventud, en el que nos encontramos que está subiendo el porcentaje de adolescentes que considera que la violencia machista es una cuestión ideológica, y que, por lo tanto, en realidad no existe.
Algo que no hay que perder de vista es que las redes sociales, que funcionan generando corrientes de pensamiento y agrupan a personas que se sienten cómodas en unas o en otras, son utilizadas por miles y miles de jóvenes.
Y las utilizan de manera compulsiva tanto para explicar y conocer qué es y qué no es un abuso o qué es y qué no es violencia de género, y, por otro lado, otro sector las utiliza para propagar y almacenar lo que conocemos como desinformación de género y amplificar un discurso distorsionado y ramplón contra el feminismo.
Y resulta que ambas corrientes tienen quien las sigue, y a veces de manera ciega, de ahí que estemos viviendo un cierto retroceso entre esta población adolescente y joven sobre ideas de igualdad que parecían consolidadas en nuestra sociedad.
Plataformas virtuales, efectos reales
Las plataformas, utilizadas por grandes masas de jóvenes, como TikTok, Instagram y X (Twitter), dan acceso a grupos de pensamientos únicos que tienden a retroalimentarse con discursos simplificados y repletos de estereotipos.
Se normalizan actitudes machistas y se favorecen conductas violentas. Violencia psicológica, control de uso de dispositivos y de las interacciones en redes sociales por parte de la pareja, geolocalización permanente; éstas cosas las tienen interiorizadas como normales muchos, y no pocas adolescentes.
Un caso muy reciente es el de una tiktoker que fue abofeteada por su pareja mientras estaba haciendo una emisión en directo. Acto seguido el vídeo se viralizó. Ella trató, en un primer momento, de justificar la acción. A los pocos días, su pareja fue detenido y puesto a disposición de la justicia y ha sido condenado a un año de prisión y tres años de alejamiento de la agredida.
Todo esto, en abierto, con opiniones, conclusiones, prejuicios, chistes, noesparatantos, justificaciones… que normalizan la violencia de género y suavizan comportamientos inaceptables.
Nunca nos cansaremos de pedir el soporte del criterio adulto
En Educación Conectada solemos señalar la importancia creciente que tiene el monitoreado de la actividad conectada de los chicos y las chicas adolescentes menores de edad, porque incluso en los espacios en los que aparentemente no hay ningún problema, puede estar desarrollándose esa desinformación de género a la que aludíamos, y esto puede reducir el necesario pensamiento crítico a un pensamiento lineal, alimentado de prejuicios y dañino basado en informaciones falsas, sesgadas y engañosas.
Y animamos también a aprovechar las oportunidades que se presentan sin ser llamadas para seguir definiendo cómo queremos que sea nuestra sociedad. Si la final de un Mundial de fútbol puede ser una gran oportunidad para aprender, imagínate el día a día.