7 July, 2023

Hace diez años, en Bruselas hicieron un interesante experimento que tal vez recuerdes: “Tu vida entera está en línea”. Con esta idea quedó en evidencia que se puede reconstruir gran parte de la vida privada de personas no famosas a través de lo que está publicado sobre ellas en la red.

 El “mentalista” Dave, desvelaba aspectos íntimos de las personas que por curiosidad aceptaban la propuesta y les dejaba con la boca abierta. Al principio eran detalles superfluos, como el lugar dónde estaba su escuela, el nombre de un mejor amigo o qué lleva tatuado en la espalda, pero iba avanzando hasta adivinar incluso el número de cuenta bancaria, y ahí las cosas comenzaban a ser inconvenientes. Todo lo que Dave sabía estaba en Internet.

Esta experiencia debería hacernos pensar mucho qué publicamos y qué dejamos publicar a otras personas sobre nosotros, y aún mucho más qué publicamos y qué dejamos publicar sobre nuestras hijas y nuestros hijos.

Sharenting, un concepto asentado

 Como tantos términos relacionados con las tecnologías, surge de la combinación de dos palabras: compartir (sharing) y crianza (parenting). Consiste en publicar cualquier tipo de información de los hijos e hijas en redes sociales y otras plataformas, no sólo fotografías.

En nuestro país, Facebook e Instagram son los lugares más elegidos para compartir imágenes y otros datos sobre hijos e hijas.

Otro concepto a tener en cuenta, el oversharing

 Con este término hablamos de esa actitud extendida de compartir sin ningún control toda nuestra vida en Internet. Todo, lo que comemos, lo que compramos, lo que leemos, los lugares a los que vamos de vacaciones, la música que escuchamos, información que en ocasiones puede resultar excesivamente personal, y también a veces, peligrosa de compartir.

Además, y rizando el rizo, encontramos muchos casos de madres y padres que hacen un oversharing del shareting, lo que en el Wall Streeet Journal bautizaron, naturalmente, como overshareting. Y por eso hay niños y niñas que tienen una sobreexposición enorme de todo tipo de información personal en Internet.

Los países en dónde más shareting se realiza son Estados Unidos y Australia, ambos con el 90% de familias lanzando imágenes de sus hijos e hijas constantemente, y España y República Checa viene detrás con algo más de un 70% de familias entregadas a este asentado sistema de comunicación.

Es algo que empieza a ser común, lo que no elimina el bloque de problemas que puede llevar aparejado.

¿Las ventajas y beneficios? Que cada quien piense si le merece la pena, y sobre todo que piense qué ventajas y qué beneficios tiene para la persona menor que aparece en la foto publicada.

Es importante entender que cualquier publicación lleva incorporada una huella digital.

Los riesgos no son pocos

 En el mismo momento en que enviamos una foto de un/a menor en la que se le pueda identificar, existe la posibilidad de una exposición en las redes sociales.

Al compartir la imagen con otra persona, sea cual sea, si no se advierte nada en contrario, puede asumir que la puede publicar, por eso hay que tener claro que todo lo que envías y publicas escapa de tu control para siempre.

¿Se condiciona la identidad de niños y niñas con lo que se publica de su imagen? Lo que es seguro es que hay informaciones que si el niño o la niña sabe que están publicadas pueden generarles frustración.

Sabemos, por ejemplo, que, en Estados Unidos, el 56% de los padres y madres publica fotografías “potencialmente vergonzosas” de sus hijos e hijas en internet sin tener en cuenta el posible impacto futuro.

Mención aparte merecen las familias que comparten fotos de menores en el baño o en la ducha, o en otras circunstancias en las que no llevan ropa: esta costumbre, mucho más extendida de lo que podríamos imaginar, puede acarrear consecuencias indeseadas relacionadas con acciones desagradables de terceras personas con respecto a las y los menores.

También es habitual que, sin pretenderlo, o incluso abiertamente, se comparten datos específicos sobre las niñas o los niños: horarios, centro escolar, parque habitual de juego, gustos personales. Estas informaciones pueden ser utilizas con fines nocivos si caen en manos equivocadas, de ahí que haya que prestar atención a su difusión abierta.

Al compartir una imagen en redes se hace con personas que, en muchos casos, no se conocen. Personas a quienes permitimos estar al tanto de nuestra vida y la de nuestras hijas e hijos sin tener en cuenta las posibles consecuencias. Sin darnos cuenta, podemos hacer que sus momentos más personales lleguen a quienes podrían hacer un mal uso de esa información.

De ahí que resulte muy importante evitar dar pistas de dónde pueden estar los menores, no desvelar si están solos, no publicar información personal y, por otro lado, hablar sobre esto con otras familias, para que no publiquen lo que no queremos que se publique de nuestros hijos e hijas.

Las imágenes son también datos

Cuando hablamos de compartir datos personales, no sólo nos referimos a imágenes de momentos que no deberían salir del ámbito privado, sino también a algunos que, sorprendentemente se hacen públicos sin miramientos, datos como números del DNI, o contraseñas de cuentas, localización de la vivienda, nombre de centro escolar, a veces se hace involuntariamente y otras con total tranquilidad.

En el mismo momento en que enviamos una foto de un/a menor en la que se le pueda identificar, existe la posibilidad de una exposición en las redes sociales.

Reflexiones para compartir

  • Es importante entender que cualquier publicación lleva incorporada una huella digital. ¿Lo tenemos claro?
  • La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, en el artículo 16, dice que “ningún niño y ninguna niña será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su privacidad, familia, hogar o correspondencia, ni de ataques ilegales a su imagen o su honor y reputación”.

Es decir, los niños y las niñas nacen con el derecho a la privacidad. Hacer de su vida un espectáculo público va en contra de este derecho universalmente aceptado. ¿Lo tenemos en cuenta?

  • Compartir datos que pueden deducirse de las imágenes o que acompañan a las imágenes en textos adjunto puede facilitar el robo de identidad digital de los y las menores. ¿Prestamos atención a esta posibilidad?
  • En algunos casos se vuelca a la red información que no sólo es privada sino también confidencial sobre la vida de los menores.
  • Compartir según qué imágenes puede afectar a las emociones de los niños y las niñas, hoy o en el futuro. ¿Hoy puede ser gracioso y mañana no? Es muy posible.
  • Hay delitos que no son descartables que afecten a nuestros hijos e hijas y que se pueden facilitar al publicar según qué imágenes: Secuestro, grooming, bullying, creación de una reputación digital indeseada, sexting. ¿Tenemos el control sobre todas estas posibilidades?

La realidad es que Internet se ha convertido en un escaparate para muchos momentos familiares que antes eran estrictamente privados, y que, aunque existen formas seguras de compartir imágenes, mucha gente opta por publicar en abierto la vida y el ámbito personal de sus hijos e hijas.

Este puede ser un buen momento para reflexionar sobre ello.

 

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