Tenemos la fortuna de encontrar a nuestro alrededor, o incluso en nuestra propia familia, a personas comprometidas. Lo bueno que tiene “ser comprometido/a” es que un compromiso puede tener ámbitos muy variados y con la intensidad que queramos, siempre hay causas en la que implicarse.
Tenemos familias comprometidas con el cambio climático, padres, madres que educan a sus hijos e hijas en reciclar. Otras dedican tiempo a recoger, alimentar y cuidar perros y mascotas abandonadas. Hay quien vuelca su tiempo en ayudar a sus vecinas/os mayores, realizándoles las compras, acompañando o haciendo sus recados y algunos arreglillos, de forma que éstos/as, no saben cómo agradecer tanta generosidad. Tenemos aquellas familias que dedican su tiempo a limpiar residuos en playas, campos o senderos cercanos a su pueblo o localidad y animan a otras a hacerlo, e infinidad de causas que contribuyen al bienestar común.
Cuando preguntamos a todas estas personas qué les mueve a prestar su tiempo, su dedicación y sus conocimientos, nos cuentan que ese compromiso les hace sentir bien con los demás y con ellas/ellos mismas/os.
Y es cierto, prestar nuestros conocimientos, habilidades o nuestro tiempo, reduce el estrés en el que vivimos en la actualidad. Cuando nos implicamos con acciones altruistas como las que os he comentado, se obtienen grandes beneficios. A nivel mental, promueve pensamientos en positivo, mejora la autoconfianza, la felicidad y el optimismo y también nos hace sentirnos útiles, lo que nos genera bienestar interior.
Y quiero aquí destacar algo que antes he dicho de pasada y que me parece fundamental. Lo maravilloso de los compromisos con alguna causa es cuando se comparten y se disfrutan en familia. De madres, padres y referentes familiares comprometidas/os, sus hijos e hijas también comprometidos/as. Incluso a veces ocurre al contrario, nuestros hijos e hijas se comprometen con una causa y la familia hace ese compromiso suyo.
Entonces visto lo visto, o leído lo leído, tendremos que hacernos la siguiente reflexión…
¿Hay algo en mi entorno en el que yo pueda contribuir al bienestar de otras personas, de la naturaleza o del planeta? ¿Puedo comprometerme con esa causa? ¿Nos apetece compartirlo?
Si me concedieran un deseo, me gustaría que los compromisos funcionaran como en la película “Cadena de favores”, donde un gran número de actuaciones se realizarían sin esperar nada a cambio. Estoy segura que si la mayoría de familias nos comprometiéramos con alguna causa de forma altruista, los beneficios para toda la comunidad serian incalculables. ¿Cuál es vuestra opinión sobre este tema?
Mayte Manzanares