En el anterior artículo estuve hablando sobre el Scaffolding. Vimos las posibilidades que tenía para transformar las estrategias básicas que utilizábamos en nuestras aulas, dándonos herramientas metodológicas para hacer nuestro trabajo más práctico, dinámico y significativo. En el artículo de hoy voy a comentar algunas posibilidades para utilizar el scaffolding en el aula.
Estrategias y herramientas para el “scaffolding”.
Una visión práctica.
En muchas ocasiones nos damos cuenta de que organizar un “andamiaje” para nuestros estudiantes no sirve de nada si antes no han visto una demostración clara. Mostrar cómo se hace algo es siempre la mejor forma de enseñar. Posteriormente podremos introducir ayudas para que la ejecución de la práctica sea más fácil, hasta que consigan hacerla por ellos mismos.
Estas demostraciones suelen ser todavía más útiles cuando algunos alumnos se encargan de realizar la explicación práctica al resto. Para poder llevar a cabo este proceso, el docente debe ocuparse previamente de formar a pequeños grupos, cada uno en una técnica, para que posteriormente sean ellos mismos los que lleven esa práctica a los demás. No siempre se puede realizar un trabajo completo con el aula, a menos que se organicen diversas actividades por grupo para que, posteriormente, el docente vaya pasando de uno a otro. Este modo de trabajo, bastante común en los laboratorios de biología, física y química o tecnología, puede extrapolarse fácilmente a otra serie de asignaturas.
Es importante, cuando se organiza una práctica, que todos los pasos de su realización sean evidentes para los estudiantes. Si queremos dirigir una actividad de ciencias, enseñarles a realizar un artículo periodístico o poner en marcha una actividad artística, debemos señalar, de manera secuencial, todo el proceso que han de llevar a cabo. La forma más sencilla de realizarlo es organizar una pequeña rúbrica, un serie de ítems que los estudiantes irían punteando cuando terminen. El hecho de que, además, puedan utilizar este documento para autoevaluar su trabajo, hace que todavía sea más funcional.
Construyendo desde la base.
Una de las cuestiones evidentes, antes de comenzar con una unidad nueva de contenido, es empezar a cimentar sobre el conocimiento previo que ya tienen los estudiantes. Nuestro “andamiaje” debe tener una base y la mejor forma de que sea una base fuerte es dar un tiempo inicial para compartir conocimiento y enfocar adecuadamente el tema que vamos a tratar. Para ello podemos organizar un debate previo, diálogos en pequeños grupos o lienzos de ideas donde nuestros estudiantes compartan sus conocimientos con dibujos o palabras claves.
Verbalizar todo el proceso.
Estamos haciendo una especial incidencia en el aprendizaje práctico, pero el pensamiento se construye con palabras y es necesario que ellos también sean capaces de extrapolar la práctica para construir un aprendizaje teórico. Para conseguirlo es importante que verbalicen lo aprendido, que expliquen los procesos y que lo hagan, además, después de haber tenido buenos resultados con la práctica que han llevado a cabo. Para hacerlo puede realizarse una rueda de intervenciones en clase, un trabajo por parejas o en pequeño grupo o, incluso, la realización de vídeos explicativos. Todas las posibilidades son buenas mientras los estudiantes sean capaces de explicar adecuadamente la práctica y las implicaciones que tiene lo aprendido en la estructura de su conocimiento.
Usar material de apoyo que será retirado progresivamente.
En este campo podemos introducir una gran cantidad de materiales que ayuden a los estudiantes en el desarrollo de la actividad.
Dependiendo de la práctica en sí, le daremos más importancia a determinados elementos de apoyo visual (mapas mentales, mapas conceptuales, esquemas, líneas de tiempo…) o a otros apoyos como glosarios específicos que les ayuden a comprender los textos que deben leer. Estos materiales tienen una importancia fundamental, pues serán los principales apoyos a los que tendrán que recurrir nuestros estudiantes para tener éxito en el reto que se les ha propuesto. Quizá una de las cuestiones que más debemos tener en cuenta cuando nos pongamos a preparar este tipo de materiales es la necesidad de que, además de conseguir que sean útiles para nuestros estudiantes, sean posteriormente también realizables por ellos. Es decir, enseñarles no sólo cómo realizar la actividad usando nuestros andamios, sino también la utilidad de esas herramientas de apoyo para que en un futuro puedan usarlas ellos mismos. Hacerles ver las ventajas de un mapa mental, un organigrama o un glosario puede cambiar su forma de estudiar y adquirir conocimiento.
Diversas herramientas que pueden ser muy útiles para las dinámicas de “scaffolding”.
Para trabajar el contenido son muy recomendables las siguientes:
Mapas mentales.
Mapas conceptuales.
Líneas de tiempo.
Para trabajar la organización de una actividad o una práctica estas herramientas también son muy útiles:
Diagramas de Venn.
Diagramas de flujo.
Esquemas.
Rúbricas.
Además, no podemos olvidarnos de las diferentes herramientas de modelado y trabajo conjunto (lienzos, canvas…), de comunicación (instrucciones, infografías…) Así como otras cuestiones más sutiles, pero no menos importantes, como la colocación de los materiales en un orden concreto que sugiera una serie de pautas de actuación, las preguntas adecuadas para conseguir direccionar las prácticas en el sentido correcto o la utilización de vídeos y animaciones.
Atreverse a probar.
No siempre tenemos tiempo para poner en marcha estas dinámicas. Es verdad que requieren trabajo y que, dentro del aula, consumen más sesiones que las fórmulas tradicionales de aprendizaje. Sin embargo, todos sabemos que el conocimiento adquirido de una forma práctica, es siempre más significativo para los estudiantes. Vivimos consumidos por el ritmo del currículum, pero la realidad es que en muchas ocasiones resulta más interesante cimentar de forma adecuada una serie de competencias que van a facilitarles la adquisición del conocimiento en el futuro.