- Desesperarnos: Ni todos los consumidores esporádicos desarrollan dependencias, ni todos los que desarrollan dependencias son incapaces de salir de ellas. Hay que mantener la esperanza contra toda dificultad. El camino será duro pero somos la mejor ayuda que nuestro hijo puede tener, seguramente su mayor fuerza. Desesperarnos no ayudará a nadie, ni a nosotros ni a él.
- Culparle o “echarle en cara” todo lo que hemos hecho por él. Seguramente se nos ocurran un millón de cosas por las que culparle, seguramente nuestra percepción sea que él es el único culpable de su situación, seguramente pensemos que no lo deja porque no quiere pese a todo lo que estamos haciendo, pero lo más seguro sea que no puede dejarlo aún que quiere, que no le guste su situación, que no tiene conciencia de haber elegido lo que está viviendo. Culpar solo nos alejará más y más, nos distanciará de él y dificultará aún más la situación.
- Perseguirle y vigilarle continuamente.A nadie nos gusta tener un policía detrás de la oreja. La libertad es un bien muy preciado por todos y la falta de ella, la fiscalización de todos nuestros movimientos genera rechazo. Además, ¿qué vamos a conseguir con ello? Uno de nuestros objetivos finales es que nuestro hijo sea capaz de elegir, de vivir y de optar de forma responsable, esto es por si solo. ¿Qué pintamos nosotros detrás de él todo el rato?
- Criticar continua y violentamente su comportamiento. Resultará más efectivo felicitar por los logros y aciertos que criticar los errores. El apoyo positivo es infinitamente más productivo que el castigo, hace que la persona se fije en su parte positiva y la refuerce además de acercar posturas. La crítica debe ser siempre constructiva, tranquila, dialogada y en momentos bien elegidos.
- Castigar como único recurso. Como hemos visto la negociación, el establecimiento de normas acordadas, el cumplimiento de castigos previamente dialogados y la abundancia de refuerzos positivos sobre negativos producen mayores beneficios y logros para todas las partes.
- Acosarle continuamente con preguntas, sospechas, acusaciones, ya que solo conseguiremos que se aleje cada vez más de nosotros. Vale más un “confío en ti” que un sospecho continuo.
- Desentendernos o quitar importancia a la situación solo trasmite un mensaje; “me da igual lo que te pase”. La persona y el problema están ahí y nos necesitan, dar la espalda o cerrar los ojos no solucionará nada.
- Discutir con él cuando se encuentre bajo los efectos de alguna droga.Generalmente la discusión en estos casos solo provocará la reacción negativa del ser querido, y además las decisiones que se tomen en ese momento carecerán de todo valor. Es más eficaz plantear la situación, de manera serena pero profunda y con firmeza, una vez hayan pasado los efectos de la droga.
- Dialogar Analizando la dimensión del problema y las circunstancias que nos han llevado hasta ahí, trasmitiendo cercanía, interés, preocupación, centrándola conversación en nosotros y en “yo” y no solo en “tú”. Debemos asumir que la verdad es solo “nuestra verdad” y nunca necesariamente la única verdad; la verdad de los demás (en este caso la de nuestro hijo) puede ser tan válida como la nuestra.
- Mostrarnos disponibles y accesibles es tener la puerta abierta hoy y mañana, es una inversión de futuro, es generar la cercanía necesaria para poder afrontar las cosas en familia, todos a una. Esta actitud trasmite sentimiento de que como padres somos alguien en quien recurrir en solicitud de ayuda y no alguien del que hay que huir por temor al castigo.
- Mostrarle afecto por lo que es, nuestro hijo, independientemente de lo que haga le vamos a querer.
- Dedicarle más tiempo. Ahora lo necesita aún que no lo acepte. Desentendernos de él y no prestarle atención es esconder el problema, ocultar algo o alguien que nos avergüenza.
- Ser consciente que estamos ante una persona con problemas y no ante “un problema”.
- No ocultar la situación: En nada ayuda esconder los problemas que tenemos con las drogas. Debemos vencer los miedos y los temores a que los demás conozcan la situación. Mantener una actitud de ocultamiento del mismo sólo conduce a un sentimiento de vergüenza y nos incapacita para pedir y encontrar ayuda. Los problemas con las drogas no son un vicio o un pecado, sino algo más parecido a un conflicto o crisis personal, pero donde intervienen aspectos sociales.