¿Qué fue antes? Aunque la pregunta es solo un entretenimiento no está de más tomar un tiempo para entretenerse con ella. Recordar que Aristóteles y Plutarco ya se lo preguntaban y sacaban en conclusión que primero fue la gallina, sin embargo, en nuestro siglo la metafísica prefiere decir que fue el huevo; el huevo de gallina, claro, porque si el huevo no es de gallina no entraría a valorarse en esta disyuntiva.
Ésta pregunta que nos lleva a pensar en los orígenes del universo nos sirve también para intentar situar lo actual y lo potencial en un orden cronológico. De ahí que hoy nos preguntemos aquí ¿Qué es antes en educación? ¿Los valores o la tecnología?
¿Utilizamos la tecnología para educar en valores o utilizamos los valores para educar en tecnología?
La sutilísima conexión entre el conocimiento y la acción se ha afianzado en el mundo de la educación desde que la tecnología ha entrado a formar parte central de ella, la necesidad de que el alumnado abandone su rol tradicional y se incorpore al de ente activo y constructor de su propio aprendizaje refuerza la imperiosa necesidad de educar en valores.
El alumnado se tiene que implicar, y, por lo tanto, implicar sus valores, sus creencias y sus acciones. Éste es el cambio de paradigma de la educación actual, y a él hemos llegado ante la irrupción imparable de las tecnologías.
Y este cambio no es sencillo, ni para quien enseña ni para quien aprende, una corriente de rechazo a la adaptación a la nueva situación recorre las aulas. Y es perfectamente comprensible, los cambios de sistema siempre han sido complicados y la resistencia al cambio es una de las características más comunes de nuestra especie.
Ante esta situación, no queda otra posición que adentrarnos en el camino de la adaptación.
¿Por qué?
Las herramientas tecnológicas de última generación aumentan la oportunidad de acceso al conocimiento, acercan a personas que están a miles de kilómetros, aceleran los procesos de búsqueda de información, facilitan los procesos de trabajo en grupo, y sobre todo, y ante todo, si son utilizadas con acompañamiento y seriedad, fomentan y desarrollan el pensamiento y el espíritu crítico. El número de ventajas es mayúsculo
Hoy podemos visitar el museo Louvre desde cualquier clase de arte de cualquier lugar del mundo, tal cual, o La Alhambra en una de historia, o la luna en una de ciencias… ¿Qué nos dice eso?
La tecnología que se ha desarrollado y se aplica hoy mismo en la educación es la herramienta más potente, versátil y universal que se haya conocido… después de los valores éticos.
Que tenemos que implantar nuevas normas para plantear los contenidos de las asignaturas, tanto las partes teóricas como las prácticas.
Y que, además, ya no nos sirve la concepción de la educación en la que un profesor o una profesora es la fuente de conocimiento indiscutible y los cerebros del alumnado son libros en blanco en los que replicar los conocimientos que se les proporcionan en las clases.
La metodología conductista tradicional está dejando paso, a marchas forzadas, a teorías pedagógicas que ya existían y que se adaptan mucho mejor a este nuevo contexto, dos ejemplos evidentes: el constructivismo y el conectivismo.
Pero, como ya se está advirtiendo, el sistema tiene sus resistencias, y resulta muy difícil dejar atrás decenios y decenios de aplicar una fórmula que se ha demostrado válida en otros momentos, a pesar de que sepamos que, manteniéndonos en esa receta, vivimos en un anacronismo.
El alumnado se tiene que implicar, y, por lo tanto, implicar sus valores, sus creencias y sus acciones.
Así que en esta situación en la que el profesorado no es la fuente de la sabiduría sino quien conduce hacia ella, su labor ha adquirido una nueva dimensión. Una dimensión aún más importante que la clásica comúnmente aceptada; la transmisión de valores, valores ciudadanos que determinarán la incorporación a la vida en sociedad de sus alumnos y alumnas.
Los recursos materiales ya son de sobra conocidos: libros electrónicos, ordenadores, teléfonos inteligentes, gafas de realidad virtual, pizarras digitales…
Los recursos didácticos van entrando en el aula con total naturalidad: grupos de distribución de mensajes, redes sociales, buscadores, aulas virtuales, cursos MOOC, aprendizaje en línea…
La tecnología que se ha desarrollado y se aplica hoy mismo en la educación es la herramienta más potente, versátil y universal que se haya conocido… después de los valores éticos.
Y cuando hablamos de valores, hablamos de:
- Iniciativa personal
- Solidaridad
- Trabajo en equipo
- Capacidad crítica
- Interacción social
- Pensamiento libre de prejuicios
El cambio de definición de la que se puede considerar hoy como “buena ciudadanía”, la que se distingue por su tolerancia no exenta de crítica y su iniciativa no exenta de solidaridad, esa es la fórmula que las tecnologías dejan en bandeja a las personas responsables de la educación de las nuevas generaciones.
Estos valores y esas actitudes son los recursos más útiles que el sistema educativo puede aportar en este momento para preparar a quienes en un futuro muy próximo necesitarán, además de conocimientos, iniciativa personal, espíritu crítico y habilidades sociales.